En primer lugar, quiero aclarar que en este artículo no voy a hablar del video de los chistes de Bodegas. Sólo voy a hablar de racismo. Nada menos y nada más.
Hace unos días, mucho antes de lo de Bodegas, expresé esas palabras en relación con los gitanos en una reunión de un grupo político y recibí respuestas de todos los gustos. Incluso risas y comentarios más o menos respetuosos sobre lo exagerado que soy al definir a la sociedad española de esa forma.
Durante años me enseñaron en el colegio –de curas, por supuesto – que el pueblo español, a diferencia de otros pueblos europeos, no es ni nunca fue racista. Y ponían como ejemplo al glorioso imperio español, que nunca tuvo esclavos y que siempre fue contrario al esclavismo –una pequeña mentirijilla –. Que éramos mucho mejores que nuestros vecinos europeos, los de “la pérfida Albión” (ingleses) y los “gabachos” (franceses), por ejemplo. Precisamente, uno de los modelos sociales más racistas de la historia fue el delirante sistema de castas colonial que impusieron los españoles en América (aquí y aquí).
Ese adoctrinamiento ha calado en unas cuantas generaciones y lo ha hecho de forma inconsciente. El chauvinismo es una de las creencias que mejor se manejan para contaminar las mentes de niños y gentes con nula formación cultural. Es, además, un sentimiento fácil de moldear y sencillo de fijar en los cerebros. El chauvinismo es básico para sentar las bases de una ideología nacionalista.
La ideología nacionalista está muy vinculada al racismo. En términos muy básicos, dicha doctrina viene a decir que somos mejores que “los otros”. Ese principio puede derivar fácilmente en que “los otros” son malos o inmorales y, por ello, odiables o despreciables. Es decir, el racismo está a la vuelta de la esquina de un ideario nacionalista. Y en particular del nacionalismo español, tan cercano a los fascismos. De hecho, el ejemplo más evidente de nacionalismo extremo es el nazismo, unido al racismo como el hormigón fundido.
El racismo es practicado por una gran parte de la sociedad española, blanca, de educación católica y de derechas –aunque las etiquetas políticas o ideológicas cada vez tienen menos eficacia científica y mucha gente que se autocalifica de izquierdas mantiene actitudes racistas –. Quizás, en muchas épocas, han sido la mayoría o, al menos, han sido y son un sector muy relevante numéricamente y muy influyente en términos sociales.
El racismo es un prejuicio o un estereotipo practicado por las mismas generaciones de españoles que muestran un odio exacerbado por los vascos o catalanes, más allá de la animadversión a todo lo que huela a “separatista” o a “terrorista”, calificativos delirantes que muchos españoles practican con los originarios de esas comunidades históricas. En realidad, la vascofobia y la catalanofobia son formas de racismo –incluso en la misma Cantabria blanca, española y europea durante años ha existido un desprecio más o menos latente hacia los pasiegos –. Y también se sitúan muy cerca otras actitudes o formas de discriminación y segregación como la homofobia o el machismo. Aunque en estos dos últimos casos, el objeto del odio no sea una etnia, cultura o pueblo determinado.
Somos más racistas con aquellos que tienen un aspecto diferente: latinoamericanos, negros, norteafricanos…Nadie es, a priori, racista con un uruguayo, un argentino o cualquier latinoamericano de aspecto europeo. Sólo hay una excepción con los judíos. Obviamente, la expulsión en 1492 es un hecho que explica la ausencia de un racismo más militante o numeroso y que hoy en día sea una práctica minoritaria reducida a grupúsculos que son abiertamente fascistas y/o de extrema derecha –. Porque otra de las variables que definen al nacionalismo racista español es que niegan constantemente su condición. Nadie reconoce en España que es nacionalista español o que es racista. Nadie o casi nadie.
Pero entre los que tienen un aspecto diferente, hay niveles. Existe un desprecio mayor por los norteafricanos y las gentes de cultura musulmana en general. Los motivos son obvios: una historia común (expulsión de los moriscos en los siglos XVI-XVII) y, sobre todo, un estereotipo asociado al terrorismo practicado por una minoría casi marginal que, sin embargo, ha sido amplificada por los mass media. La islamofobia es uno de esos ejemplos donde se trastoca también el perfil típico del nacionalista racista español. Y nos hemos podido encontrar a personas que se definen como no católicos y de izquierdas que reconocen abiertamente su islamofobia. Y lo más curioso es que, al mismo tiempo, piensan que no son racistas.
Somos más racistas con aquellos que tenemos más cerca. Por eso, tenemos más desprecio por los “moros”. Pero, por eso mismo, contra los que se han generado mayor cantidad de estereotipos dañinos o discriminatorios es con los ROMANÍES (GITANOS). De tal forma que incluso en la Real Academia de la Lengua (RAE) se guarda como oro en paño un significado profundamente racista y donde se indica precisamente su uso “ofensivo o discriminatorio”. Una de las ocho acepciones de la RAE para la palabra gitano es “trapacero”, es decir, “el que con astucias, falsedades y mentiras procura engañar a alguien en un asunto”.
Los gitanos proceden de la India aunque su exónimo indique un origen diferente –egipciano o egiptano, de Egipto –. Llegaron a España en el siglo XV y desde entonces no han dejado de ser perseguidos. A partir de 1499 se promulgaron 280 pragmáticas (decretos reales) discriminatorias contra los gitanos: prohibición de circulación, del nomadismo, de la migración a América, del comercio, de sus leyes y costumbres, etc. A mediados del siglo XVIII se aprobó el proyecto de EXTERMINIO contra todos los gitanos (Marqués de la Ensenada, Fernando VI). Para ello, deportaron a las familias, separaron a hombres y mujeres, los enviados a prisión y apartaron a las madres de sus hijos mayores de siete años –obligados a trabajar en los arsenales –. En 1783 se promulgó una pragmática para invisibilizarlos administrativamente, ilegalizando la palabra “gitano” en todos los documentos oficiales. En 1933 se promulga la ley de vagos y maleantes, que fue aplicada de forma indiscriminada a la etnia gitana; una de las pocas leyes que siguió vigente durante el franquismo. Y durante la dictadura, el caló o romaní fue considerado como “jerga de delincuentes” y, en consecuencia, fue prohibido. En 1978, todavía pervivía la “vigilancia de los gitanos” en varios artículos del reglamento de nuestra benemérita Guardia Civil.
Actualmente, los gitanos siguen siendo una etnia discriminada y los estereotipos/prejuicios raciales se han ampliado desde los tiempos de la persecución y el proyecto de exterminio. Por ejemplo, que son mentirosos y trileros, que son ladrones, que son sucios, que abusan de los menores, que son traficantes de drogas, que viven de las ayudas sociales, que son vagos, etc.
Por supuesto, que hay gitanos que cumplen con el estereotipo. Como también hay muchos españoles blancos no gitanos que también lo hacen. Pero eso no significa que sea cierto en cualquiera de los casos. Es lo que tienen los estereotipos, que son generalizaciones injustas con objeto de justificar el odio y/o la discriminación contra algo o alguien.
Tradicionalmente, los romaníes se han dedicado al negocio del espectáculo, la chatarra y al comercio en pequeños mercadillos. Y si antes era imposible, actualmente sigue siendo muy difícil –por decirlo suave – ver a un gitano trabajar de funcionario, de médico, de juez o de camarero, por poner varios ejemplos. Y nuestras familias blancas, españolas, europeas… prefieren contratar para trabajos domésticos a cualquier persona migrante sin distinción de su origen que a una persona de etnia romaní. Y es muy poco probable que uno de nuestros empresarios blancos, españoles, europeos… contraten a un gitano para trabajar en sus fábricas o tiendas. Las altas tasas de desempleo de la población gitana responden en parte a su bajo nivel educativo general; y sería digno de estudio analizar los factores que inciden en el abandono escolar, tanto en su relación con los aspectos culturales como con el propio sistema educativo, constituido para los niños blancos, españoles, europeos… Sin embargo, las diferencias que se producen entre la población gitana y la general en la tasa de asalariados y en la contratación de trabajos de baja cualificación son producto de otras causas. La discriminación laboral es una de ellas.
La situación de los gitanos es sin duda el ejemplo más evidente de que España es una sociedad racista, más allá de las epidemias europeas, y que lo ha sido desde siempre
Roberto Mazorra
Estoy de acuerdo en todo lo que dices en el artículo, pero me extraña que pongas todo el peso de la responsabilidad en los españoles… Quizás esté equivocado, pero a mi entender, tanto gitanos como judíos son los primeros que tienen culturas excluyentes y racistas, motivo por el cual siempre han acabado generando la misma respuesta allí donde se han establecido, no solo en España. Además, el rechazo a los judíos (al judaísmo, diría yo), no sé si se puede considerar racismo, ya que hablamos de una religión, no de una etnia, y lo mismo podría aplicarse a la islamofobia. Aclaro que yo reconozco mi teofobia y que estoy absolutamente en contra del adoctrinamiento infantil por violar flagrantemente, en mi opinión, los derechos de la infancia.
Dicho esto, quiero dejar claro que el racismo me parece injustificable y aborrecible, venga del lado que venga, y que es algo que espero que vaya desapareciendo según avancen la educación y el conocimiento. Todas las personas merecemos el mismo respeto y oportunidades.
¡Saludos!
Te respondo yo, porque las ocupaciones de Roberto le dejan poco tiempo. No creo que ni gitanos ni judíos sean excluyentes de forma generalizada. Conozco algo del pueblo gitano y te aseguro que no excluyen…temen. Nos temen, no pueden obviar los siglos de desprecio y genocidio que nuestra raza realizó sobre la suya. Observo a las últimas generaciones mucho más abiertas a nosotras, mientras que los mayores siguen con esa desconfianza dolorida. Me lo han explicado, Jaime…y vi en sus ojos el brillo de la rabia y del dolor. Son siglos de desprecio, de vejaciones, humillaciones, lo llevan en su código genético: es miedo. Me precio de tener amigos/hermanos gitanos con los que me siento querida y respetada como con pocos grupos. Tenemos mucho que hacernos perdonar y en ello estamos. Salud y gracias por tu lectura y colaboración.