Ante todo mi agradecimiento por la información prestada por esas grandes mujeres que dedican sus fuerzas y su tiempo en la lucha por la recuperación de la Memoria.
Soledad Luque.(Investigadora del Instituto de Estudios de Género UC3M. Presidenta de la Asociación “Todos los niños robados son también mis niños”)
Aranzazu Borrachero. (Catedrática de la Universidad de Nueva York)
Gema Gutierrez (Abogada G37. Despacho Internacional)
Y mención también para ese veterano luchador de las libertades y la Memoria Histórica, Chato Galante (Miembro de La Comuna).
Enfrentarse a la tarea de escribir sobre una de las abyecciones más terribles que pudo concebir el ser humano es sobrecogedor por la diversidad de causas que incidieron en esta lacra que sigue lacerando personas con el desamparo de no conocer los orígenes, de las dudas que supuso, del concepto cercano a la locura de quienes portaban la sospecha del robo de su bebé. Para poder entenderlo no podemos omitir el concepto de género, de cómo se entendía el ser mujer en los tiempos del franquismo. Pensamos -creencia compartida por las expertas, Soledad Luque y Aranzazu Borrachero- que el robo de bebés no se entiende sin la conciencia de género que implicó toda la trama.
Si la República supuso un revulsivo cultural y social para la mujer, el advenimiento del franquismo fue el contrapeso perfecto a las conquistas conseguidas. La libertad, la cultura, la formación a la que accedieron las mujeres en los escasos años de la II República hicieron soñar a muchas con dar un paso de gigante definitivo en la consecución de los derechos de la mujer. Fue el voto pero no solo el voto; el Lyceum Femenino, tomando como ejemplo la Residencia de Estudiantes, los grupos femeninos de lectura, de aprendizaje, control de natalidad, incluso de información sobre aborto y medios anticonceptivos, así como las soflamas de aguerridas feministas que en los años treinta colmaron el ansia de la mujer en liberarse. Quizá solo fue una élite culta y liberada la que accedió a los medios de información pero los derechos y libertades se iban extendiendo como mancha de aceite. Grupos como las Sinsombrero, mujeres como Federica Montseny, Clara Camapoamor, Matilde de la Torre, María Lejarraga, Consuelo Berges, María de Maeztu, María Teresa León, Delia del Carril y tantas otras, que impulsaron un feminismo moderno y revolucionario en el mundo cultural unido a la cruzada que emprendieron las aguerridas/os maestros republicanos fueron extendiendo el concepto de libertad y autogestión de la vida femenina por los rincones más recónditos del paisaje español. Fueron tiempos explosivos para la mujer que creyó que comenzaba su liberación sin posible retroceso.
Con el advenimiento del franquismo el vuelco fue total. Había que desandar todo el camino republicano, volver a los orígenes del Medievo español. Donde hubo libertad se colgaron cerrojos, donde hubo información se tendió una nube de silencio y se reaprendió el servilismo, la docilidad y mansedumbre de la condición femenina. Las consignas salidas de Falange y de la Sección Femenina, eran claras: supeditación total al varón, cuidadoras serviles de la familia y procreadoras de buenos españoles que engrandecieran la Patria. Fuera de eso, nada. Aunque las mismas integrantes de la Sección Femenina contradecían sus proclamas ya que en su mayoría eran mujeres que hacían ejercicio, solteras, que viajaban…pero bajo el amparo masculino y con un cierto tufo de machorras (tal como eran apodadas por muchos de sus compañeros varones de Falange ).
Contemplando la publicidad de entonces, leyendo las publicaciones que la censura franquista dejaba ver, se comprueba perfectamente el calado del aherrojamiento de la mujer. Según los dictámenes franquistas la mujer servía al hombre, procreaba, cuidaba la casa y atendía a la prole con la aquiescencia de una iglesia restrictiva y retrograda que se erigía como sostén y cancerbera de las “virtudes femeninas” Toda mujer que no se ajustase a la normativa dictada por el franquismo y por la ideología falangistas era reo de condena. Estos preceptos avalados, como decimos, por la iglesia católica y por una psiquiatría acientífica, eugenésica y franquista labraron el fortín que derivó en la abyección que sigue. Tal como decíamos al principio, se trataba de voltear toda la ideología feminista trazada por las pioneras en la II República.
La teoría del gen rojo, fue ideada por los peculiares psiquiatras Vallejo Nájera y Lopez Ibor, http://www.lacomunapresxsdelfranquismo.org/2013/08/25/franco-en-busca-del-gen-rojo-de-la-inferioridad/discípulos aventajados de las teorías eugenésicas del III Reich y personalizadas por las aberrantes investigaciones del doctor Menguele, de quien Lopez Ibor era alumno y seguidor. La mujer con ideas políticas republicanas o con ligero barniz izquierdista eran reo de ser consideradas portadoras de este gen, por tanto sus vástagos, a menos que fueran emancipados desde la más temprana edad de sus madres, heredarían la deformación mental con la tendencia a pensamientos revolucionarios o marxistas que en nada colaboraban en el engrandecimiento de esa España que deseaban los sátrapas.
Era preciso liberar a los bebés del problema heredado entregándolos a familias afines, con madres fieles a la ideología del régimen. Las cárceles estaban llenas de mujeres, algunas embarazadas o con bebés de meses, mientras otras féminas de las “buenas familias españolas” carecían de vástagos. Surgen los primeros robos de bebés, en pleno auge franquista dentro de las prisiones como compensación a los afines y quizá -idea macabra y perturbadora- como «salvación» de los bebés «rojos».
Hay demanda, ya que ser madre es valor supremo para cualquier mujer de la época. El fatalismo de ser yerma es el trauma más temido para las féminas de la burguesía española. Reos de malditismo, la mujer no fértil languidecía en la penuria y el desprecio. Hasta que llegaba el benefactor régimen a redimir la sequedad de los úteros femeninos adinerados en forma de bebés arrebatados a las “putas rojas” o a las “rojas putas” pongan ustedes el orden que deseen. Comienza el robo de bebés por personajes abyectos que, quizá en su locura, se creyeran benefactores de esos niños a los que arrancaban de manos maternas para ser entregados a usurpadoras. Hay demasiados casos de mujeres, solteras, casadas con represaliados, viudas de fusilados que pierden su bebé en cárceles, en las siniestras casas de Maternidad y en los Patronatos fundados por el franquismo para “amparar” a las ovejas descarriadas. Son innumerables los casos que cuentan ancianas doloridas, aunque no hay cifras seguras porque ya se encargaron los sátrapas de anular cualquier dato que pudiera implicarles. Vuelvo a remitirme a nuestra querida Sol Luque, que nos cuenta : “retengan un dato: en los primeros años del franquismo “morían” el doble de bebés nacidos en Maternidad que en los domicilios…Retengan ese dato porque puede cuantificar la cantidad de bebés que se robaron bajo la disculpa de una falsa muerte”.
Imaginamos que la “industria” del tráfico de bebés va creciendo y las monjitas de la Caridad, Adoratrices, Oblatas, Teresianas… ven pasar ante ellos el poder y el contento de las familias a las que se les adjudican los bebés robados.
Imaginemos a los sanitarios siniestros que hacen posible el intercambio: familias poderosas con bebés recién nacidos y madres despreciables que sumían su dolor en un silencio temeroso amparado por el miedo y la ignorancia. Imaginemos…Porque pronto a alguna de aquellas mentes perversas se le debió de ocurrir que todo tenía un precio y bien podía pagar la familia beneficiada por la felicidad del nuevo vástago. Se conformó una industria floreciente donde cada niño tenía un valor. La familia de adopción pagaba, las monjitas y el personal sanitario se repartían las ganancias y la madre, a la que se le contaba que el bebé había muerto, marchaba desconsolada a seguir sobreviviendo en silencio. Sin derecho a nada, ocultando la duda, ocultando el dolor.
Nos cuenta Soledad Luque: «en muchos casos eran tratadas de locas cuando contaban sus dudas, cuando vivían la angustia de no saber…manifestando su desconfianza por no haber visto el cadáver del recién nacido. Incluso hubo psiquiatras que las trataron como a un duelo no resuelto, o como mera histeria femenina». Eran esos tiempos…Mientras se creaba una infraestructura lucrativa importante. Monjitas y sanitarios que exprimían a familias con deseo de tener hijos. Todo eran ganancias.
Entendemos que este negocio floreciente trascendiera hasta entrados los años ochenta amparado en el oscurantismo de las religiosas y de opacos centros sanitarios que destruían metódicamente las pruebas de su felonía.
Se calcula que durante la primera época se robaron más de 30.000 bebés a mujeres republicanas. No hay cifras ni aproximadas de la total cuantía del proceso, lo que se conoce es que en estos momentos prosperan alrededor de 3000 querellas. De los tiempos originarios del horror no hay datos aunque suponemos que fue algo generalizado.
No es hasta 1987 en que se regula la Ley de Adopción y en 1999 en que se deroga el parto anónimo, cuando es posible decir que el floreciente negocio de venta de bebés se ralentiza. Durante todos los años anteriores, no solo está normalizado por el régimen sino que se actúa bajo la complacencia de autoridades políticas y religiosas. Y estamos hablando que la duración de la felonía llegó hasta finalizados los noventa.
Los primeros casos de denuncias salen a la opinión pública en 2010. Saltan a la luz casos denunciados por los bebés que ya adultos detectan irregularidades en su historia familiar. Una confesión a las puertas de la muerte de los propios padres adoptivos, algún papel encontrado casualmente, hace que salten las alarmas de los sorprendidos hijos robados.
El manto de silencio es amplio. Nos atrevemos a pensar que como en cualquier otro caso de Memoria Histórica… incluso más. Hay entidades importantes implicadas, no es solo la tortura en una detención o la muerte por torturas, que implica al estamento policial, en el robo de bebés está comprometida cierta iglesia y la sanidad pública tanto como la privada. Estamentos importantes que han falseado y destruido los datos implicatorios. Y las familias pudientes que compraban bebés como se compra un coche o una nueva casa. Manto de silencio cómplice con el drama de mujeres olvidadas a las que se les arrebata lo más amado, el fruto de su vientre y a los bebés se les hurta su historia. Los hijos de presas fueron educados por los edecanes del franquismo, imbuidos del ideario que asesinó a sus padres…Hurtaron la historia de esos niños como hurtaron el derecho de toda madre a la crianza y disfrute de su prole.
Solo eran mujeres. Solo eran bebés. Víctimas de una ideología de un concepto de la sociedad que propugna la eugenesia y la selección del pensamiento. En la actualidad hay asociaciones como la representada por Sol Luque, «Todos los niños robados son también mis niños» Investigadoras como Aranzazu Borrachero que trabajan para que no se olvide, para recuperar los lazos arrancados. Gabinetes de abogacía como el que representa Gema Gutierrez (G37) que defienden los casos y como no La Comuna, cuyo representante Chato Galante, apoyan a estas familias para producir un reencuentro que sane las profundas heridas. A todas ellas nuestro agradecimiento y el sentimiento de esperanza en que solo la justicia repara y cura las heridas que infames produjeron y quieren enterrar en el olvido.
María Toca
Foto de portada extraída de la exposición «DUERMA EN TI»
https://www.youtube.com/watch?v=A8tYplw3Q7Q
https://www.youtube.com/watch?v=wGj7P7SFT6M
Espeluznante.
Sí, hay casos terribles que he podido escuchar. Y ver. La abyección humana no tiene límite, querida Úrsula. Un abrazo