La amistad

La amistad no está exenta de las dinámicas de poder, narcisistas, clasistas y capacitistas.
La amistad, como constructo y práctica afectiva que vivimos en estos momentos históricos no es un espacio neutro, áureo, una nube algodonosa y siempre protectora.
Hay niveles de intimidad y profundidad, compartires ligeros o más carnales.
Amigos y amigas a los que les cuesta abrazar o personas a las que llamas amigas pero tu corazón no.
Pensar que en el planeta amistad, con las amigas, no operan las mismas lógicas capitalistas o las mismas narrativas y modos patriarcales es una entelequia (necesaria quizá para sobrevivir y respirar ante todo esto que vivimos)
Que una amiga le confiese a otra el daño causado por un hombre conocido y que esta primera intime aún más con él, desacreditando la palabra de la compañera.
Que una persona en un grupo rompa con su pareja (miembro amistoso también) y el resto haga causa común con el que tiene más capital social y relegue al ostracismo a la que decide romper.
En la amistad y en los grupos amistosos se apoya a quien más apoyo tiene ya de base, se alimenta el ego de quien necesita más atención y se esquina a quien desvela las dinámicas internas o explicita los juegos psicológicos de algunas personas.
En los grupos afectivos también se hace amalgama y pegamento cuando un miembro se va, se aleja, se queja o reclama. El o la señalada es quien expresa su disconformidad y se tiende a catalogar de disfuncional a quien manifiesta la disfunción conjunta o la interacción desfavorable.
Negar que se privilegia en la atención y la palabra a unos/as frente a otros es ceguera.
No observar que se trata mejor y con más calidad a algunas personas por sistema y sin que medie ninguna circunstancia que lo requiera es invisibilizar las dinámicas del poder.
En la amistad también y por desgracia se da más a quien más tiene. Se patologiza o se le coloca un cartel a quien anda con dos pies algo más traumatizados y se insta a los miembros a no ser demasiado «incómodos».
Son pocos los espacios en donde no hacemos «snorkel» relacional y podemos ser acogidos y acoger con algo más de honestidad y sustancia.
Lo que me cuentan, lo que me narran con dolor las personas a las que llevo acompañando años tiene que ver con las relaciones y la interacción con el entorno.
Cuando las feministas decimos a boca llena «a mí me cuidan mis amigas», hemos de visibilizar la gran cantidad de personas que no tienen amigas, que no dan ni reciben cuidados o lo que es aún más disonante, están en grupos de amigas en donde hay mucho discurso y poca práctica amorosa. En donde hay también carriles de envidia, comparación, falta de sinceridad o rencores grumosos y antiguos.
En donde incluso hay machaque sutil.
Muchas veces también traición a nuestras iguales para recibir atención masculina.
Creo cada vez más en la verdad desvelada para poder desde ahí construir espacios dinámicos y cuidadosos para la mayor parte de las personas.
Más práctica subversiva y menos amistad patriarcal.
No, no hay que alimentar los egos ajenos para ser amigas. No hay que fardar de tener cincuenta amigos. No es necesario dar atención o refuerzo siempre a los mismos. No importa el contacto constante tanto como el genuino y deseado.
No es necesario subsumirse en la marea grupal para ser aceptada.
No hay que poner los mismos carteles a las mismas o seguir prejuicios ajenos con otras.
Hay que querer con el corazón o no.
Porque esto va de quererse y el afecto auténtico se siente al darlo y recibirlo.
No al hacer discurso.
La amistad discursiva no calienta los cuerpos ni alivia o alegra.
Sirve tan solo para la foto.
Buen día, otro día.
María Sabroso.
Sobre María Sabroso 151 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

Sé el primero en comentar

Deja un comentario