Paula y sus amigos de la Tribu esperaban ansiosos la llegada del viernes. La Tribu solía ir todos los fines de semana a hacer botellón al antaño rico, pero ahora decadente barrio residencial de Budapest. Era una zona célebremente conocida por haber sido residencia de los altos cargos del Politburó y la Tribu se dedicaba a “okupar” sus lujosas mansiones o como ellos solían denominarlo jocosamente, a practicar el “housing”. Aquella mañana Paula se dirigía camino del colegio y llamó su atención una misteriosa mansión, que tenía el aspecto de un pequeño castillo, de un estilo algo pretencioso pero llamativo. Estaba tapiada en todos sus vanos del piso inferior. Los cuervos sobrevolaban el tejado con avidez. Paula contemplaba la todavía fastuosa fachada y pensó en la fantástica noche que les iba a deparar. “Será el mejor cumple de mi vida”.
Paula era una chica mala de familia bien, que se había hecho millonaria con los negocios de importación de coches, tras la caída del Telón de Acero. La muchacha era rebelde por naturaleza y le gustaba transgredir las normas. Durante la semana iba a un estricto colegio de monjas y cuando llegaba el fin de semana buscaba su válvula de escape. A sus padres les traía de cabeza la situación, ya que era una chica inteligente y con buenas notas, pero vivía de “rentas” y sus calificaciones estaban comenzando a empeorar. Con sus amigos de la Tribu, había coqueteado con las drogas blandas y el alcohol a raudales, pero Paula era esclava de sus impulsos adolescentes y buscaba estímulos y nuevas sensaciones. Camino de las aulas se encontró con Lucas, el chico malote de la Tribu y juntos fueron planeando cuidadosamente la velada salvaje en la mansión. Lucas iba a la misma clase que Paula y era el líder carismático al que todas las chicas deseaban, mal estudiante y repetidor, pero con una labia y un atractivo físico de chico mayor que las derretía a todas, incluida a Paula. “Esa noche no dejaré pasar la ocasión de quedarme a solas con él.”
Por fin llegó la ansiada noche y los 5 miembros de la Tribu, se encaminaron a la casa, pertrechados de un completo equipamiento de alcoholes y bebidas espirituosas, velas de colores y un par de linternas. Los chicos eran cautelosos y penetraron en la casa completamente a oscuras, para no levantar sospechas en los escasos viandantes que todavía transitaban por aquel inhóspito lugar. Lucas forzó la vieja cerradura con una pequeña navaja y entraron sin dificultad. El silencio que reinaba en el interior les produjo algo de inquietud. Encendieron las linternas y el hall se hallaba completamente vacío y desolado. Llamaba la atención el suelo ajedrezado y una enorme chimenea con una repisa en hierro forjado, flanqueada por dos horripilantes cabezas de serpientes.
Paula se estremeció y dijo:
–Chicos, prefiero ir a un sitio más acogedor.
Todos asintieron y siguieron a Lucas, que comenzó a subir por una sinuosa escalera de caracol. De pronto, las luces de las linternas empezaron a tintinear y sintieron cómo la puerta de la calle se cerraba de golpe violentamente. Por un momento, permanecieron todos a oscuras y sin saber qué decir. Sólo Silvia y Laura, que eran las otras dos chicas del grupo, acertaron a emitir un sonoro chillido, que agitó a los murciélagos del techo. Pedro, el otro chico que cerraba el grupo, consiguió encender la linterna de su móvil y prosiguieron su camino bastante desazonados.
Lucas llegó a una alcoba cuyo único mobiliario era un viejo piano.
–Chicos, aquí nos instalaremos.
Allí se sentaron todos juntos en círculo, mientras abrían sus botellas de ron y Coca-Cola para hacer las mezclas.
Lucas sacó una botella de un líquido rojo.
–He aquí nuestro brebaje mágico. Os presento a la señora Absenta, la bebida de los artistas y los escritores.
Paula fue la primera en probarlo; se bebió su vaso de un solo trago mientras miraba intensamente a Lucas y le pidió otro. Todos los chicos comenzaron a beber con un ansia fuera de lo normal para calmar su desasosiego. Lucas parecía el único que, por una vez, hacía las cosas con más templanza y controlaba la situación. De hecho, se puso a examinar toda la habitación y reparó en un libro apolillado y polvoriento que se hallaba encima del piano. Comenzó a hojearlo y parecían las escrituras de la casa; en su primera página, se detallaba una breve descripción general y una foto de su fachada:
-Nombre de la propiedad: Villa Báthory
-Nombre del titular de la propiedad: Condesa Erzsébet Báthory de Ecsed
Lucas se giró de golpe y exclamó:
-Escuchad amigos, no os vais a creer a quién pertenecía esta mansión. ¡Su antigua propietaria era la condesa sangrienta!
Paula y los demás chicos se miraron con cara de asombro y la muchacha contestó:
-¿Esa no era la despiadada mujer que degolló a 600 doncellas?
-Sí, -dijo Silvia- al parecer era una mujer madura que quería conservar la eterna juventud y se la intentaba robar a otras mujeres jóvenes, ¡bebiéndose su sangre, como los vampiros!
Pedro cogió su móvil, hizo una búsqueda rápida en la Wikipedia y leyó:
-Al parecer era pariente de Vlad el Empalador.
Cuando bajó la vista para continuar con su lectura, observó que el móvil se había quedado sin cobertura. El resto de chicos miraron el suyo y estaban definitivamente incomunicados. Todos se miraron con cara de horror excepto Paula, que ya se encontraba bastante ebria y le quitó hierro al asunto.
–Vamos chicos, no me seáis gallinas. ¿Lucas, te vienes conmigo a explorar la casa?
Lucas la siguió con aparente tranquilidad y entraron en lo que parecía un viejo cuarto de baño. Con ayuda de una vela, Paula iba alumbrando el camino y alcanzó a ver una bañera rebosante de un extraño líquido oscuro, se acercó a tocarlo, parecía bastante viscoso y al acercarlo a la nariz, despedía un desagradable olor a putrefacción. A Paula se le erizó hasta el último vello de su piel y exclamó entre gritos:
– ¡Socorrooo, hay sangre en la bañera!
Volvieron corriendo a toda prisa junto al resto y con voz temblorosa, pidió otro vaso lleno de absenta, que se bebió de un trago. Lucas seguía impertérrito y el resto de chavales, bebían y reían su ocurrencia como si no pasara nada. La absenta había hecho mella en ellos. Lucas propuso que salieran de expedición una vez más. Paula, que había templado los nervios con otra media botella de absenta, le siguió tambaleándose y subieron por la escalera de caracol hasta el rellano del tercer piso. Atraídos por la tenue luz de una candela, llegaron a otra habitación; se asomaron sigilosamente por la puerta entreabierta y vieron una cama a medio abrir con un dosel de estilo gótico y un camisón de encaje negro extendido sobre las sábanas rojas de tul. A los pies del lecho, se proyectaba la sombra de una figura femenina, que llevaba un extraño tupé y un vestido de enormes cuellos en pico. A Paula le pareció oír una tremenda risotada de una voz femenina, que le heló la sangre… Una vez más recuperó la cordura y se abalanzó escaleras abajo con el corazón que se le salía por la boca. Ni siquiera paró en el segundo piso y se dirigió atropelladamente hasta la puerta de la calle. Entonces tiró ansiosamente del pomo hacia sí y comprobó que se hallaba completamente bloqueada. Su agitación iba creciendo más y más, cuándo notó que una mano fría y agarrotada, le apretaba asfixiando su garganta por completo. Forcejeó e intentó zafarse de aquellos brazos que la apretaban cada vez más fuerte, hasta que perdió el conocimiento.
Cuando Paula recuperó la consciencia entre fuertes dolores de cabeza, no acertaba a entender cómo había llegado a aquella habitación de hospital. Allí se encontraban sus amigos Lucas, Silvia y sus padres. Su madre le cogía de la mano y trataba de tranquilizarla.
-Hija, no te inquietes, ya estás a salvo. Tu amigo Lucas nos lo ha contado todo.
-Fue una noche horrible ¡La mismísima Condesa Bathory intentó estrangularme con sus propias manos, por Dios! –contestó Paula con semblante pálido.
Todos se miraron incrédulos. Lucas se encogió de hombros y contestó:
-Paula, reconoce que aquella noche estabas demasiado borracha…He tenido que contarles a tus padres lo de la absenta. Es todo fruto de tu imaginación. Debiste caer por la escalera y de ahí tu brecha de la cabeza.
-Ahora entiendo todo, Lucas ¿Lo preparaste todo para meterme miedo, ¿verdad? No, si ya decía yo que estabas demasiado sobrio…-exclamó Laura con una mirada suspicaz. –
-No es lo que parece, Laura. Soy el mayor y me sentí responsable de todos vosotros. Alguien debía permanecer sobrio, por si os pegaba un mal viaje.
-Ya no sé si creerte -contestó la chica con los ojos húmedos.
El padre de Paula recibió una llamada telefónica y salió de la habitación.
– ¿Dígame? Sí, todo salió a pedir de boca, mi hija no volverá a hacer tonterías. Lo único, podían haberla recogido mientras caía al suelo, se ha dado un buen golpe en la cabeza y la hemos tenido que llevar al hospital. En cualquier caso, sospecha de un pobre diablo amigo suyo. Les haré el ingreso esta misma tarde.
Cuando el padre se giró para regresar a la habitación, se topó de bruces con la madre.
-Carlos, eres un sinvergüenza, ¿crees que esas son formas de encauzar la conducta de tu hija? El pobre Lucas ha quedado como un liante y ella tiene sentimientos por él. Lo acabo de leer en su mirada. Haz el favor de hablar con ella civilizadamente. ¡No es ninguna niña ya!
El padre se puso colorado y asintiendo cabizbajo, se dirigió a la habitación con su mujer apremiándole por detrás.
Casilda Escalante.
Me encantaría practicar housing en esa casa.Quién se apunta?
,Con condesa dentro o sin ella?, jajaja