Era la rara de clase. Y entonces ser la rara no tenía nada de gracioso ni creaba tendencia. Con el paso de los años he ido comprendiendo que esa chica sabía serle fiel a un código interno, por eso se peinaba así, por eso se maquillaba a losGrace Jones o se ponía unos calcetines altos sobre las medias. Mucha gente se reía de ella. Nunca la vi llorar ni esconderse ni pedir ayuda a un profesor o a otros compañeros. Recuerdo que en una fiesta de navidad que hicimos en la biblioteca del instituto recitó un monólogo de Shakespeare. Lady Macbeth invocaba a los espíritus desde el cuerpo y la voz de esa compañera extraña, que alzaba los brazos y era el texto que nos contaba al resto de la clase. Yo empecé a respetarla ese día, porque ella tenía 14 años y se pintaba los ojos como si fuera Cleopatra y se sabía de memoria aquel texto hipnótico que yo escuchaba por primera vez.
Le perdí el rastro cuando dejé el instituto. Ella tampoco acabó el BUP. La he visto dos o tres veces por el barrio, lleva un abrigo rojo que parece heredado de una actriz francesa de los sesenta y vive cerca de mí. Por curiosidad he buscado en internet su nombre. Es pintora y las cosas le van bien.
Me alegro mucho de que nunca dejara de respetarse ni de creer en lo que era o quería ser.
Patricia Esteban Erlés
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