Que la vida está dura y más en estos tiempos no es noticia nueva. Que los planes educativos de los últimos treinta años han fallado bastante tampoco es secreto para nadie. Ambas cosas se unen y conforman un aspecto del ser humano que resulta altamente desagradable porque si juntamos la desesperación por sacar euros de cualquier sitio con la mala/pésima educación recibida nos sale un ser humano bastante detestable. Quizá de pequeños no se les hizo demasiado caso, o su mamá estaba ocupada. Y digo mamá porque es común, bastante común pero no privativo, que sea el sexo masculino el más afectado de los especímenes que describo, mostrando una muy característica misoginia de altura y pienso –lo digo a modo de disculpa de las criaturitas- que será eso, la mamá les ignoró y proyectan el desamor a toda mujer que se les cruce.
Aclaro antes de que se me sulfuren los lectores, hay mujeres en este apartado: sí, suficientes para ser notorias, pero la mayoría, la inmensa mayoría de ellos son hombres.
Y es lógico. El taco, la mala hostia, ha sido históricamente patrimonio masculino. Hasta estaba bien vista , “hombres de carácter” se les llamaba a los que iban ladrando por la vida o soltando lapos a diestra y siniestra. Si éramos nosotras las dadas al rebenque y al exabrupto, la cosa cambiaba. Histéricas, menopáusicas, reglaticas, a falta de…Ya ustedes saben de que hablo ¿verdad?
Que el taco en literatura se usa con profusión (mismamente yo lo uso bastante) es lógico y muy difícil. Hay que pensarse mucho antes de escribir un palabro grueso, porque si no se afina rasca en el texto. Tiene que ser natural, no forzado, enhebrarlo en el contexto del relato y ser muy, pero muy escaso. O convierte el relato o artículo en escabrosa e incómoda lectura. A menos que se quiera epateur le bourgeois, que entonces sí. Cosa poco fina, por cierto, que distingue al escritor/a currado y atento del facilongo, el que busca el aplauso fácil y/o el aplauso rudo que produce la escatología.
Es moda. Lo reconozco y desde aquí pido perdón por usarlo a veces. Sin ir más lejos en el título del artículo…pero reconózcame que no abuso.
Hace unos días el vicepresidente del gobierno hacía las compras en un supermercado. Cosa normal y hasta plausible que sea él mismo quien lo haga. Pues no. Un tipo que estaba en la fila de la caja le graba sin su permiso, mientras le insulta a voz en grito. Normal. En esta sociedad es normal y hasta aplaudido que eso ocurra. Un ciudadano va de compras, sin mascarilla ¡oh terror! se le graba e insulta. Y no le tiraron con lejía por el respeto que impone el guardaespaldas que si no, le cae.
Los exabruptos que dedica en sus crónicas Pérez Reverte, le han hecho célebre con miles de admiradores de su testosterónicas chanzas tan masculinas ellas; casi leyéndolas olemos a chotuno y a Varón Dandy por lo menos. Mucho más sutil, pero no menos ofensivo es su amigo, Javier Marías a quien ya dedicamos espacio en este magazine. Nada diré por tanto de sus salidas de tono, en absoluto imputables a su educación porque es notoria la cultura de alto standing del señor Marías y la buena crianza en casa culta por los cuatro costados. Es posible que la pretensión sea imitar el estilo valleinclanesco pero sin talento ni la gracia del gallego se les queda en esqueleto infame de mal gusto. Otro que consiguió en su momento adeptos que colean es Francisco Umbral, de ingenio y disputa fácil. Creó escuela el tipo aunque anda bastante olvidado.
Al calor de esos machos alfa literarios se calientan los gregarios, Torres, Soto, del Molino, Olmos… seguro que me dejo varios, vayan mis disculpas de antemano. Estos chicos, más jóvenes que los anteriores, propugnan un periodismo de oral-culo pero de segunda. Ellos pontifican, son inteligentes, sabios, ultra sabios. Su gusto es: el gusto. Sus ideas son: las ideas.
Que te gusta una serie, Olmos, dice que eres idiota porque sí, porque a él no le gusta que prefiere otra de baloncestista. Que te gusta poner el concierto de Navidad con los valses y la coreografía austriaca: eres una inculta que no tiene idea de música, según Torres, que él es un erudito de lo clásico y tú, infecta mortal, te gusta el chichinabo (verás, lectora que hay de todas ideologías en el entramado de oral-culos) Que dices algo que contradice la palabra soberana del plumilla: eres insecto, inculta, irreverente, iletrada. Tal cual. Les aseguro que esos epítetos y otos mayores me han sido dedicados, junto al de feminazi, que es muy trillado. Sí, los chicos del oral-culo también dedican esas lindezas.
Hay políticos, generalmente cuando han perdido toda oportunidad de reenganche, porque si tienen aún posibles callan como zorros porque el voto manda. Como les digo, los que ya saben que no se comerán un colín, también practican el oral-culismo y como oses ¡oh atrevida fémina! contradecir alguna de sus oral-culadas te fulminan como a mosquito mierdero. En este apartado reina con absoluta distancia sobre el resto, el genuinamente oral-culo mundial, Donald Trump , al que una cosa hay que concederle, ha sido igual de grosero y zafio antes o durante la presidencia.
Lo de la divergencia, contraste de pareceres y respeto (oiga, respeto, eso sí que es un insulto) no existe para estos chicos formados por la deficitaria EGB, en la que aprendieron con los matones de clase que ser hombre conlleva siempre tener razón. Y andan desparramando su pontificante sapiencia por el mundo, mientras nosotras irreverentes e incultas les cuestionamos. Y no lo llevan bien, nada bien.
Al dios testosteronico no se le cuestiona. Ni se le rebate porque es infalible. Por eso se permiten el insulto gratuito, el exabrupto, el sentar cátedra en cada intervención que realizan o pensamiento que se les ocurre, o en la cola del supermercado en el caso que afectó al vicepresidente.
Por eso hoy les he querido dedicar este artículo y este epíteto: son los Oral-culos del Estado.
Aunque a mí, que quieren ustedes -me eduqué con monjitas en los tiempos duros que nos enseñaban buenas maneras y urbanidad- lo que me parecen es, además de mal educados y groseros, que tienen poquito talento, porque de tenerlo no les haría falta tanta descalificación poco sutil. Y también, ustedes perdonen, que son unos catetos infames. E infamantes.
María Toca©
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