“Vi, con los ojos cerrados pero con una nítida imagen mental, al pálido estudiante de artes impías, de rodillas junto al objeto que había armado. Vi al horrible fantasma de un hombre extendido y que luego, tras la obra de algún motor poderoso, éste cobraba vida, y se ponía de pie con un movimiento tenso y poco natural. Debía ser terrible; dado que sería inmensamente espantoso el efecto de cualquier esfuerzo humano para simular el extraordinario mecanismo del Creador del mundo”.
Mary Shelley,Frankenstein.
La vida de esta mujer dio comienzo en Londres el treinta de agosto de 1797, era hija de la gran Mary Wonstoncraft y de Samuel Godwin, nacida de esta pareja singular cuyo amor y relación fue algo revolucionario en su época. Era la segunda hija de Mary, puesto que había tenido otra anterior de padre desconocido, la pionera feminista y el filósofo formaron un tándem intelectual de gran importancia, truncado por la muerte en el postparto de Mary Wonstoncraft que sumió a Godwin en una desesperación absoluta al perder a su compañera de vida. Durante años se dedicó a recopilar los escritos de Mary, para publicarlos y a criar a las dos pequeñas que le quedaron en herencia de ese amor vivido durante un tiempo.https://www.lapajareramagazine.com/mary-wollstoncraft
La pequeña Mary Godwin nació diminuta, frágil de salud, pero con el ímpetu vital de sobrevivir. Su padre, al ver su inteligencia despierta, decidió estimular sus conocimientos y la educó en las convicciones liberales, casi libertarias, que profesaba el filósofo. El día a día de un hombre sin recursos, sin apenas conocimientos en la crianza de sus pequeñas, le hicieron buscar una nueva esposa en una vecina, viuda como él, Mary Jane Clairmont, que tenía dos hijos también, Charles y Claire. La vida, a partir de entonces se le torció a la pequeña Mary. Amaba a su padre con delirio, buscaba su aprobación y su compañía provocando la repulsa de la nueva esposa que en todo momento intentó ningunearla y discriminarla frente a sus hijos.
Mary, influida por el dolor presente en Godwin por la nunca olvidada Mary Wollnstoncraft y el sentimiento de soledad producido por la orfandad que la impelía a pasar tiempo leyendo y escribiendo en el cementerio donde se encontraba la tumba materna. A los diez años compuso un poemario de calidad que hizo al padre sentir gran orgullo por su pequeña. Escribió mucho durante su infancia, pero se perdieron los manuscritos en la huida de la joven poco después.
Las deudas acosaban al padre de Mery, los acreedores le amenazaban con apresarle y su vida era un continuo desasosiego. El poeta Percy Shelley, admiraba profundamente el filósofo, le visitaba con frecuencia y compartía con él su ideología política. Shelley pertenecía a una familia adinerada y prometió ayudar al Godwin con sus deudas.
El hogar no era feliz para Mary, amaba a su padre pero era difícil sentirse a gusto con una madrasta que la despreciaba. A los dieciséis años conoció al que sería el gran amor de su vida, Percy Shelley en las visitas que realizaba a su padre. Ambos caen rendidos a un amor abrasador, decidiendo huir juntos…Shelley estaba casado, su esposa esperaba un hijo de él por lo que la familia del poeta, la sociedad al completo, incluso el padre de Mary, Godwin, se opusieron a la relación.
Ambos amantes cruzan al continente abandonando la pacata sociedad británica, viajando por diversos países, sin apenas dinero, casi como vagabundos pero amándose, compartiendo ideario y escribiendo sin descanso. Mary queda embarazada, dos veces perdiendo a sus pequeños a los pocos meses, en ambas ocasiones, provocándole el enorme dolor del que jamás se repuso y una depresión que asomaba cada poco por las esquinas de su vida.
La hermana mayor de Mary, hija primera de Wollstonscraft, se suicidó poco después con láudano, debido a la infelicidad sufrida con su pareja. A la vez, la esposa de Shelley se arrojó a un lago ante la desesperación de perder al marido. Ambos sucesos conforman la trágica parte de una historia de amor. La muerte de la esposa de Shelley propició que la pareja se pudiera casar como forma de acallar las terribles criticas ante su relación. Ambos, creían en el amor libre, sin ataduras, aborrecían al matrimonio como forma opresiva de apresar la individualidad humana pero no les quedó más remedio que someterse a los convencionalismos con el fin de acallar las criticas. Ambos tuvieron aventuras amorosas, pasiones y romances que no eclipsaron en ningún momento el gran amor que se profesaban. Al casarse, la familia de Mary, toleró la relación no así la de Shelley que nunca perdonó a la Mary la intromisión en la vida familiar y burguesa del poeta.
En sus viajes por Europa, conocen a Lord Byron, que les invita a su casa de Suiza, cerca de Ginebra, a pasar el verano. Byron ha entablado una relación (entre las muchas que tenía) con la hermanastra de Mary, Claire, quedando esta embarazada del poeta. Ambas parejas, junto al secretario y ayudante de Byron, el medico John Willian Pollidori, se refugian en la siniestra y gótica mansión del poeta, el verano de 1816.
Ese verano tuvo un tiempo inclemente. Lluvias, tormentas, viento, sumió a los amigos en la casa, aburridos, sin poder salir en muchas jornadas. Byron, ingenioso e inquieto, una de las noches más inhóspitas del verano, sonando truenos y relámpagos en las afueras de la casa, sugirió realizar un juego. Harían una competición de historias siniestras. Quien contara la más oscura y terrible ganaría el concurso. Todos contaron sus invenciones, Mary Shelley había tenido un sueño años atrás, influida por las ideas galvanistas y científicas de un medico amigo de Shelley y concibió la historia de Frankenstein. Tiempo después la escribió desarrollando la novela hasta convertirse en el mito que recordamos. Fue la pionera de la literatura fantástica y un claro ejemplo de ingenio singular.
Cuando Mary Shelley publicó la novela, todos creyeron que era del esposo, porque una mujer en ese tiempo no era considerada capaz de escribir y pensar con tal genialidad.
La vida familiar siguió con diversos avatares, Mary volvió a quedar embarazada, naciendo y sobreviviendo su único hijo, Percy Florence, que de alguna manera palió el dolor por la pérdida de los anteriores.
La depresión de Mary, sus achaques de salud minaron la relación con Shelley, que buscó consuelo en otros brazos. Cambiaban de residencia cada poco, viajaban y residían con los amigos que conformaban la troupe intelectual que habían formado, hasta que en uno de sus estancias cercanas a un lago, Shelley junto con un compañero salieron en barco. Durante días desaparecieron hasta que, al cabo de diez jornadas, los cuerpos aparecieron en la orilla. Mary, y los amigos, destrozados al perder a su amor, incineraron su cadáver. Lo curioso es que su cuerpo ardió menos el corazón que quedó ignifugo. Años después, el hijo de Mary y Percy, encontró el corazón envuelto en un poema dentro del escritorio donde escribía ella. El corazón de Shelley que nunca quiso abandonar a su amada…
Al la muerte de Shelley, Mary, decidió dedicarse al cuidado de su pequeño y a escribir sin descanso. No le impidió mantener amores con diversas personas aun en su retiro.
Escribió más obras de calidad que la que le dio la gloria (tardía gloria) Frankenstein, cuidó con esmero de su hijo, intentó que este recibiera una basta cultura, padeció problemas económicos, acrecentados por la ayuda que siempre prestó a su padre, hasta que el progenitor de Shelley, murió, dejando en herencia a Percy Florence la finca familiar. En ese momento cesaron las apreturas económicas. Tiempo después Mary comenzó a sufrir desmayos, dolores intensos de cabeza hasta que murió el uno de febrero de 1851, se supone que de un tumor cerebral. Había perdido su belleza por una viruela que la atacó tiempo atrás, pero no por eso dejó de resultar menos atractiva a los hombres, uno de ellos llegó a proponerle matrimonio a lo que ella respondió: “he estado casada con un genio, no podría volver a hacerlo a menos que fuera otro igual”
Mary Shelley vivió una vida apasionante y apasionada, supo amar, disfrutar y sufrir trasladando a la literatura sus sueños y su enorme talento.
Los últimos años de su vida vivió feliz, acompañada de su hijo y la nuera de los que jamás se separó. Escribió hasta el final de sus días. Pensamos que el amor intenso que sintieron Shelley y ella, transcendió a la muerte.
Estas fueron algunas de sus obras.
Frankenstein (1818)
Mathilda (1819)
Valperga; o Vida y aventuras de Castruccio, Príncipe de Lucca (1823)
El último hombre (1826)
Perkin Warbeck (1830)
Lodore (1835)
Falkner (1837)
María Toca Cañedo©
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