#Notallmen con tapas y otras cosas

 

Se disfrutan los días tibios de otoño, cuando el sol no aprieta pero acompaña anticipándose a  la nostalgia que pronto nos embarga a las norteñas cuando el calendario avance, los días se nos acorten y la lluvia se despeñe por días y días. Las mañanas son frescas y en  la tarde se debe portar rebequita que proteja de esas heladas incipientes que auguran tiempos más duros.

Matinal sabatina, habíamos quedado un pequeño grupo de mujeres afines, donde la risa, la incontinencia verbal y la complicidad se da por hecha. Admitimos a un caballero que responde de largo al examen más crítico. Amigo firme y fiable para todas.  Había feria de alimentación sana en un pueblo cercano. Allá que marchamos. Habíamos quedado con gente conocida de una de nosotras. Gente afín, gente de calle, que comparte formas de vida sencillas y dulce amor por la palabra.

En la visita a la feria, compré queso de cabra…son pasiones irrefrenables y muy contendidas. Lo mío con el queso, es amor largo e indestructible. Y un buen pan de leña y trigo nada elaborado. Que felices nos encaminamos a la terraza que el amigo del lugar nos recomendó. Cañas mañaneras, tapas abundantes (los mejillones de premio y las albondiguillas nos hicieron soñar) Se acercaron los nuevos, dos mujeres y un hombre. Nos presentamos, beso agradable y conversa apacible. De pronto, una de las nuestras saca el tema candente: Dominique Pelicot

Yo suelo ser prudente cuando hay desconocido. Tengo por norma no tocar ni religión, ni política y mucho menos temas conflictivos de mujeres con óptica feminista. Pero Giselle Pelicot no presuponía conflicto, pensábamos. El recién llegado, barba de tres días que raspaba al besar, cabeza casi pelada, pendiente en la oreja…con palestina al cuello hubiera  compuesto de largo el outfit de progre. Al faltar  la palestina se quedaba un poco corto pero el resto daba el pego de forma total.

No conocía el caso. O dudaba. Le explicamos con la extrañeza de que algo tan mediático no le hubiera llegado . Siguen las dudas de cómo se descubrió el tinglado, ¿no será que le espiaban? No, fue casual, le pillaron sacando fotos por debajo de las faldas a unas nenas en un centro comercial, respondimos. Una de nosotras, la que le conocía más, insiste:

-Fíjate, que asco, sacar fotos por debajo de las faldas

-Que lleven pantalones. Es mejor llevar pantalones así no te sacan nada- dijo ufano de su rapidez mental.

¡Qué lleven pantalones! pensamos con incredulidad, hasta que una de nosotras, la más brava, quizá, o la más encabronada, le responde con falsa contención.

-No es eso. ¿Cómo que lleve pantalones? Nos vestimos como queremos, solo faltaría. El problema es que el tipo es un sátiro y se hace común abusar de mujeres.

-Ya, pero con pantalones no pasaría nada.

Creo que, a todas las presentes,  hasta las que vinieron con él, lo que nos pedía el cuerpo era tirar la mesa de un patadón y correrle a gorrazos. O algo peor.

Pero no. La inmensa paciencia labrada por años de estulticias a cuál más  tendenciosa han forjado nuestra paciencia.

Como estaba sentado a mi lado y pronto se dirigió a mí, me armé de esa virtud que adornaba al pobre Job e intenté razonar con cierto sosiego que apenas disimulaba las ganas de morder o de ladrar que me acosaban.

El tipo, arengó con sutil desparpajo, que vivimos en un matriarcado porque a ÉL, le crio una madre y una abuela  ya que su padre y su abuelo se fueron a navegar…tatatata. Entenderán ustedes que desconecté alegando que su caso no era más que un caso personal que no demostraba nada, que las leyes patriarcales habían cercenado la vida de millones de mujeres durante siglos y que mirar por debajo de la falda no está nada bien, sobre todo cuando no hay permiso. Que nuestro cuerpo no se toca si no  autorizamos de forma expresa y unas cuantas teorías revolucionarias y poco oídas, más.

-Que me escuches, que te estoy hablando. Que no me interrumpas porque no admito que habléis así de los hombres. Porque yo soy hombre y a mí me crio mi abuela…-insistía el mancebo.

Para entrar a contar, de inmediato,  que las diosas cántabras habían sido de enorme importancia pero que cierto poder las había anulado persistiendo en este matriarcado que nos asolaba porque su abuela le crio sin hombres…

Pongan ustedes ¿diez minutos? ¿un cuarto de hora? O una vida, porque se me hizo bien largo.  Mis amigas, desoladas, asistían al evento historicista y a mis esfuerzos hercúleos por reconducir la conversación hacia derroteros informales. En la mesa languidecían dos mejillones que parecían asistir al duelo de esa mañana feliz y distendida.

Cuando no pude más, me levanté de un brinco feroz, pedí que me llevaran a cualquier sitio. A mi casa, mismamente, porque había serio riesgo de agresión al tipo ya que mis esfuerzos para contener el brote psicótico que se auguraba en mi cabeza, se acababan . Menos mal que solo había palillos mondadientes en la mesa, no sé si todo hubiera quedado en impunidad de existir tenedores.

Salimos pitando, congestionadas y contritas, con nuestro amigo (el nuestro) que solo pudo decir, abochornado: “me disculpo porque a veces ser hombre y presenciar estas cosas es horrible” No te preocupes, le respondimos juramentando lo difícil que es mantener una conversación fluida con cierta parte de la población. Masculina, por cierto. Y si son progresistas, casi que peor. Porque seguro queridas, que habréis observado como son los “aliades” esos mancebos que nos hablan nombrándose ellos en femenino -lo que faltaba, usurpándonos el genero por la cara-  manteniendo que son tan, pero tan feministas que ellos nos van a arengar sobre como ser mujeres feministas. Suelo decir, que nos enseñan hasta a ponernos un tampón. Y no les cuestiones porque su rabia de excelso aliade se enrisca y te ganas un enemigo para los restos, además de los consiguientes epítetos de malfollada, histérica y alguno más que se les ocurre en el momento.

Y este, amigas mías, fue el triste descalabro de una linda mañana. Menos mal que quedaban las rabas en otra terraza, aunque el sol parecía avergonzarse de las hazañas del tipo ocultándose un poco. Las rebequitas vinieron a amparar la espalda enfriada y se pudo disfrutar de la conversación, las risas y los momentos de vida.

Moraleja: antes de aceptar un tío en un grupo de mujeres debemos hacerle pasar varias pruebas de capacidad y  aptitud. Nada de nuevas integraciones sin filtro, una se arriesga a que el vermut, los mejillones y las albondiguillas se nos atraganten un poco.

María Toca Cañedo©

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

2 comentarios

  1. Jooo, lo siento, yo me solidarizo con vosotras, a diferencia de vuestro otro amigo, no tengo que pedir perdón ni avergonzarme por los comentarios de congeneres de mi propio sexo, pero no de mi clase, ni mi conciencia social. Por que noe identifico con ellos, siempre repito que a lo largo de mi vida, si soy un hombre feminista os lo debo a vosotras las mujeres, ctodas
    Desde mi hermana mayor, mi primera novia, novias, amigas compañeras de carrera y de trabajo, que me habéis hecho mejor hombre y por tanto mejor persona.
    Ahora bien, dicho este preámbulo, me canso , me canso mucho de ver que se repite todo, y del trabajo que queda por hacer. Ya tengo una edad, 64 años, y ya te vas haciendo mayor, más allá de la madurez, la vejez, y no aguanto tonterías, no tengo tiempo,.. Yo la primera respondo educadamente, la segunda ya me puedo calentar, antes aguantaba más, ahora ya no, y la tercera o grito y le llamo de todo, ya no razono o me voy, como creo que hicisteis vosotras, no se pueden gastar fuerzas inútiles en quien ves que no hay futuro, solo en quien ves que hay posibilidades de cambio.
    Un saludo un abrazo fraternal, Maria

    • Un abrazo Fernando. Es que es cansado, repetir y repetir…aunque se deba de hacer hasta que cale. Recojo tus palabras que llegan en buen momento porque los últimos tiempos están siendo duros. Y gracias por tu lectura.

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