Oliendo  Santoña

 

Me ocurre siempre. Ahora ya sé que tiene Santoña que la he sentido esencia de mi tierra, incluso de mi persona. Se ve que en esa conciencia ancestral había lo que luego he sabido. El Dueso, esa mole que impregna el paisaje, incrustado en el monte que preside la inmensidad de Berria, la dulzura de las Marismas con las aves flotando en sus aguas descansando de tanto vuelo. Como digo, el penal ha sido duelo perpetuo de generaciones. Ahí llevaron a mi tío, allí se cruzaron el último abrazo con el abuelo Juan despidiendo al hermano que poco después los tiros infames le quitaron la vida.


Yo no lo sabía que Tasio estuvo allí. Ahora que lo sé, al entrar hoy por la carretera que falsea la isla que fue, imaginaba la madrugada en que  tirados en camiones contemplarían el paisaje envuelto en bruma y en miedo.
Santoña huele a puerto, a mar, a salazón. Se eleva por el pueblo el acre olor a pescado manufacturado que lo convierte en esa delicia que son las anchoas. A Santoña la franquea el penal y un complejo de cientos de fábricas que producen el placer infinito que el tímido bocarte/boquerón produce.


Santoña huele a mar estancada por hermosa, por grande. Santoña tiene calles con el nombre omnipotente del tipo fascista que voló a los cielos madrileños en un Dodge Dart una mañana de un lejano diciembre. Y un monumento grandioso dedicado al mismo fascista que mira hacia el Puntal de Laredo como queriendo mandar. Nadie lo ha tocado y nadie lo tocará, me temo. En tiempos había amenaza de tiro certero a quien osara. Porque en Santoña, ustedes no lo saben, sigue habiendo local de Falange con falangistas que mantienen el tiempo apretado como un globo, con ganas de soltarlo a la mínima.


Santoña fue isla. Resistió hasta dar cobijo a los últimos afrancesados, a los enriscados carlistas, a las tropas italianas que conquistaron la plaza y anidaron en ella con cierto decoro hasta que llegaron los otros, los españoles a masacrar y «pasear» a los presos. En Santoña se juzgaron a miles de condenados. En las turbias madrugadas se les fusilaba en Berria sin descanso. De ese penal dijo Gerardo Diego que se le debió de ocurrir o a un loco o a un poeta de pura belleza que se contempla desde sus ventanas. No fusilaron a todos sus presos, hubo treinta que fueron desplazados a Larrinaga, cayendo en el muro de Vistalegre,  no he conseguido saber por qué. Entre ellos mi tío.


Santoña es paseo, es Faro del Caballo, es costa arriscada, barquitos pesqueros que saltan hacia la mar abierta en busca de sustento  hasta que a veces se les cruza la muerte y no vuelven. Santoña es tierra de mujeres  bravías por la tiranía de horas y horas descabezando y puliendo la anchoa. Mujeres sin derechos por las que luchó Matilde Zapata, que toman las riendas de todo cuando las diferentes costeras se lleva a los hombres, que vuelven con ganas de bureo y juerga. En los ochenta y noventa la batalla feroz contra la heroína se llevó a muchos/as, a mi amiga Marian, por ejemplo. A tantos y a tantas.

Santoña tiene barrio limpios como patenas que agasajan a vírgenes porque a la mar hay que salir creyendo en algo imposible al ser tan  traicionera, porque  si se desmelena traga barquitos de pesca como aperitivo.

Y luego, Santoña y la zona oriental de Cantabria me guarda infinitos recuerdos. Los bailes verbeneros  de las fiestas de Noja donde me enamoraba cada año, el beso robado en la madrugada por aquel tipo que olvidé su nombre pero ni un solo detalle de sus ojos verdes que brillaban como luciérnagas la noche de marras. La discoteca El Barco, los paseos con Maria Luisa, mi amiga del alma. El cariño de Hilario, la Luisa, su madre que convertía la fatalidad en algo divertido remando contra la represión y las señales que le quedaron al marido después de veinte años de Cuelgamuros y otras cárceles de lo que llamaban “patria”. La Luisa tenía una nariz aguileña, la ironía presta en su boca, fina y subsumida y nos arrumbaba con sus grandes manos de madre luchando contra el destino.

Cercana la zona en que las noches de farra iniciática el noviete de turno me acompañaba para robarme el beso que yo regalaba con gusto.

Isla, y el tormento de un internado que simulaba penal con castigos infames de una monjas crueles, desesperadas y abusadoras de niñas. Cuando me acosa el complejo de impostora, no tengo más que recordar que cuando me insultaba la puñetera madre África, por maledicencias ingratas, no dije nada, ni me defendí, solo  me levanté del pupitre, cerrando la tapa con todo el estrepito de mi rabia, tirando la silla al levantarme mientras ella  gritaba: “¡Toca, siéntate! te ordeno que vuelvas” y mis compañeras aterradas por lo que suponía no obedecer a la tirana temían que me descalabrara a hostia pura. No hizo nada, la perra. No se atrevió a golpearme como hizo con otras más débiles. Ni a tomar represalias. Por eso digo, cuando me siento atacada, recuerdo que ya de niña tenía el valor de enfrentar a tiranas y que con ellas no valen remedos. Se tiran sillas y pupitres que eso las acojona. Se llamaba África Sánchez de León,  su padre había cruzado el estrecho con Franco, hizo la guerra con él y ella fue secuaz del fascismo toda su vida. Por eso le conozco tan bien. Al fascismo, digo, porque las monjas de Isla lo rezumaban. Años después la alcaldesa de Santander estudió allí, quizá de ahí le viene el respe.

En cada rincón de esos pueblos quedaron colgados recuerdos de la joven modosita y rebelde que fui. Sí, ambas cosas, porque se puede parecer modosa o pija y llevar el germen de rebeldía tan dentro que sale a cada poco tirando pupitres.

Por eso cuando visito Santoña se me revuelve el pasado y vengo a contarlo.

En unos meses iremos organizando una nueva Guía de Memoria allí mismo, en Santoña. Así que vayan pensando si les apetece conocer todo lo que guarda ese pueblo que de tan hermoso y marinero, cautiva siempre.

María Toca Cañedo©

 

En breve anunciaremos la creación de una Fundación que llevará el nombre de Luis M. Toca y de un centro de Cultura y Memoria. Les informaremos. Por eso lo de seguir con las Guías de Memoria. Entre otras cosas guapas que estamos preparando.

Sobre Maria Toca 1789 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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