
A lo largo de mi vida profesional y personal no he conocido un sólo grupo de mujeres en el que no hubiera un chivo expiatorio de un lado y otra, al cargo simbólico, a la que adorar, reforzar o aupar egoicamente.
El día que nosotras asumamos cómo nos tratamos (también) y cómo perpetuamos ciegamente las estructuras patriarcales, el poder, la autoridad y las dinámicas relacionales más asimétricas y dañinas, entonces habremos avanzado un poco más.
Si nos vinculamos en y con familias de origen desde los parámetros sexistas y machistas, en y con nuestras parejas heterosexuales a través de modos similares y salimos al mundo amistoso o grupal repitiendo sin conciencia estos lugares, nos queda poco margen y bastante soledad.
En la amistad femenina se requiere una revisión que va más allá de los títulos, los símbolos y los gestos.
Una introspección profunda acerca del carril vincular que seguimos y de los roles que sostenemos.
De los cómo.
Amiga, deja de inflar la importancia personal de la que siempre está en posición de recibir (teniendo ya de más) y observa a la que se calla y se esquina.
Horizontaliza y frena el impulso de adular, reforzar y sostener a quien viene aupada a hombros de muchas.
Esto es exactamente lo que hacemos con los hombres.
Bastantes estructuras de relación han de dinamitarse si deseamos vivir mejor.
Todas.a
Al menos, esta es mi propuesta de buen trato y en lo que me hallo.
Buen día, otro día.
Por si sirve.
María Sabroso.
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