Oye, pues pobrecito el marido de Juana. Eh. Pobrecito él con su condena por maltrato. Así, de poquitos meses, porque debió pegarla flojito. Y mira, no es para tanto. Porque pobrecito él. Y pobrecitos todos los hombres de España. Tan oprimidos. Ya sabéis el homomatriarcado. Que durante generaciones, y generaciones, y generaciones los ha oprimido. Pobrecitos ellos. Que han tenido que luchar por su derecho al voto. Por el derecho a ser personas individuales sin permiso de su esposa. Por esos salarios más bajos que el de la mujer. Por ese acoso diario que sufren verbal y físicamente a manos de señoras sin escrúpulos. Por esas violaciones que tantos muchachos han sido objeto. Por ese maltrato físico que miles de ellos sufren. Por ese gran número de hombres asesinados a manos de sus mujeres que vemos en la prensa cada día.
Pobrecitos de verdad. Se me rompe el alma. El corazón. Y un poco el hígado. Qué crueles las feminazis. No les comprendemos. Somos el enemigo. Ellos que tanto llevan padeciendo por ser hombre desde los siglos de los siglos, amén. Me siento fatal. Quiero dejar de ser feminista. Tengo que dejar de serlo. Yo protegiéndome a mí. Y al resto de mujeres. Como pobremente sabía. Como precariamente sentía. Merezco cadena perpetua. Y ser violada por un moro como me dijeron el otro día. Un hombre. Cualquiera. A mí. Una mujer cualquiera. Sin plataformas. Que sigue en su puesto de trabajo y al que nadie ha ido a acosar virtualmente. Soy idiota, de verdad. No tengo sentimientos. Ni estoy al día. Ni sé de la misa la media.
Qué va a saber una mujer de la violencia de género, de estar oprimida, de ser uno de los eslabones débiles de una sociedad que marca la cadena. Pero ¿estamos tontas o qué? Dejémonos ya de tonterías. Maquillemos nuestros cardenales. Cojamos el mandil de cocina. Pintemos la sonrisa con carmín barato. Adelgacemos según los cánones de belleza. Desprendánomos de los cuatro derechos de mierda adquiridos por los que deberíamos estar tan contentas. Y corramos a abrazar al hombre más cercano.
Compañeras, que digo compañeras, queridas tontas del culo. ¿No veis que lo estamos haciendo todo mal?
Eva Barreiro Díaz
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