Hoy tocaba fiesta y arrebato. Presentaba Almudena en Santander. Saben, yo soy almudenista desde hace tantos años que olvidé cuando empezó el sainete. Corro a comprar libro, como alma endiablada, cuando sé que ha editado. Adquiero el novelón y lo guardo durante días. Allí, cerca de mis ojos, para contemplar el festín que tocará el día menos pensado, tal que perrillo guarda el hueso deseado. Cuando decido que ya es hora, que toca sumergirme en un placer que absorbe y elimina el universo de mi lado, lo abro con todas las consecuencias. Cuando leo a Almudena no estoy para nada ni para nadie. Entro en la historia y paladeo cada párrafo como una adicta recalcitrante, el preciado vicio que la encadena.
Hoy, como les decía, tocaba presentación en mi ciudad. Iba a escucharla. También, a que ¡por fin! me firmara su nuevo libro. Llegué media hora antes, augurando el lleno total de la presentación, tal como fue. Mientras esperaba, aproveché el tiempo haciendo chascarrillos en las redes. Y disfrutando de la espera.
Miren ustedes, Almudena en foto es grande. En persona es más. Holgada, compacta, una mujer de envergadura. Hasta la voz la tiene amplia. No hay nada frágil en ella, salvo esos ojos negros, inteligentes que parecen ventanas llenas de sensibilidad.
Recuerdo el día que, entrando yo en el Círculo de Bellas Artes, la vi a punto de tomar el ascensor. De un salto -casi vuelo rasante- la driblé y entré con ella. Le dije una frase que pretendió ser graciosa y se quedó en tontuna, porque estaba en un cubículo, subiendo con Almudena Grandes, la mujer que más horas de sueño me ha arrebatado, el referente de mis sueños. Al lado suyo, yo, parecía menuda, quizá es que la emoción me encogió un poco. Luego en la charla que ofreció y que yo envolví en el papel de celofán que almacena lo importante en ese anaquel donde se guardan las vivencias, me fijé en sus manos. Pequeñas, dulces, morenas, suaves, con unas muñecas frágiles que parecen inapropiadas para la envergadura de toda ella. Unas manos de señorita bien, que parece imposible piquen cebolla o espumen cocidos. Y yo sé que lo hace, porque Almudena cocina. Es gran comedora, bebedora y hasta Mayo, fue gran fumadora. Además sé que cocina mucho y bien.
Ayer, nos contó que dejó en Mayo de fumar, y yo que me conozco su vida al dedillo, me quedo bien perpleja. Esa voz quebrada de cazalla, cuenta mejor que nada las muchas madrugadas que la cogió prendida de un cigarro y de copas mayores.
Les decía que sus manos, desde el principio, me fascinaron y sorprendieron. Siempre que la veo no puedo más que fijarme por ver si siguen siendo tan bonitas . Hoy, cuando firmaba sin resuello, las vi de cerca y volví a imaginarlas trinchando la cebolla y no, no me llegaba la idea. Manos de señorita que escriben historias, hoy coronadas de un rojo carmesí que decoraban sus tenues uñitas, casi de niña bien. Dirán ustedes, que frivolidades les cuento de Almudena, pero que quieren, para mí es como de la familia. Ella no lo sabe, pero me da igual.
Almudena nos contó muchas cosas. Contó como concibe sus novelas, la importancia que tiene para ella la estructura (aprende, María, tú tan desordenada, tan dada a la intemperie) como hace cuadernillo con la historia bien contada (con adverbios y adjetivos, que si no, no se la cree, decía, la muy ladina) Como esculpe cada personaje con todas las fisuras y poliedros. Y yo, ahí, más que escuchar, almacenaba todo; sé que me dará para horas de pensamiento lúcido. Cada palabra me empapa y me esponja en intelecto. Ella, una tía con miles, cientos de miles, de lectores, tan docta y tan humilde, tan asequible que parece amiga, sin el pertrecho de la grandilocuencia de tanto tonto altivo que puebla el mundo literario. Y sin ser de la RAE, que ni falta le hace, miren ustedes. Ni falta a ella porque a la RAE, mucho. Sacudiría el polvo y quebraría con su voz de cazalla y su risa estenténtorea aquellas doctas paredes, hasta dejarlas hueras y llenas de esplendor.
Habló de España, de historia. Dijo algo que coincido con ella: en el presente no asimilamos la historia porque desconocemos el siglo XIX. Tal cual. Sí conocemos el XX, mucho, pero no el XIX. Afirmaba y suscribo, que esta España y sus problemas nacieron en esa época, quizá por eso ahora adolecemos de postergar las turbias soluciones. Nos dijo que sabía que la historia nunca es objetiva, depende del ojo de quien la cuenta. Lo que debe ser la historiadora, es honesta. Habló, como no, de la anormalidad de nuestra democracia, de que no hemos repartido bien los papeles de la historia. Somos el único país del mundo, dijo, en que los demócratas son los malos, no tanto porque perdieran la guerra sino porque hemos tapado con silencio los hechos. Hemos ocultado mucho a las nuevas generaciones por eso se sorprenden y no entienden que damos vueltas y más vueltas a lo mismo. Por eso nos sale un sarpullido con cada convulsión.
Almudena contó muchas cosas, de personajes ficticios creados por su imaginación, de personajes reales que la nacieron a ella y a sus novelas. Extendió conceptos que me darán la vuelta durante días (lo sé, siempre pasa igual con la gente que admiro)
Nombró a ese padre/dios que compartimos, don Benito del alma y de cómo la enseñó a hacer novela, desde abajo, tomando al aprendiz, al obrerillo, a la cocinera o a la meretriz como eslabón de historias, porque hasta que él llegó, la contaban los grandes, y claro, así no hay manera de saber las verdades. De su admiración por Negrín como hombre de estado (jurado queda que le voy a estudiar) De tanto nos habló que seguro, en cuanto pasen días, haré la digestión. Breve, concisa, clara, sin el boato de quien hace cátedra de todo lo que dice.
Almudena es mujer, saben, quizá será por eso. Dice que escribe por la mañana, durante seis horas, que es su oficio. Luego se levanta y hace la comida. A ellos, a los grandes, se la hacen, se la sirven y es hasta posible que se la mastiquen.
Almudena, es mujer grande con manos pequeñas. Almudena es brío, historia, esplendor de lenguaje. De la novela les hablaré otro día, ahora tengo que disfrutar pensando en el gozo de leerla.
María Toca
Dios! Adoras a esta mujer! Se te nota la admiración por ella y por sus letras. Debe haber sido un placer poder escucharla en vivo y en directo, yo la he oído estos días por la tele y es fascinante… así que sentada frente a ti, hablando de historia y de literatura, debe ser algo realmente impresionante. Gracias por esta artículo sobre Almudena, y espero, pacientemente que ya sé que querrás saborearlo, un artículo sobre su libro, que por cierto tiene una pinta….
Como siempre, me encanta leerte María. Gracias cariñet.
Soy exagerada en los amores, lo reconozco, y Almudena me encanta. Es fresca, directa, muy inteligente pero con esa delicadeza de la gente sabia, sin darse importancia. Te cuenta cosas alucinantes, saca conclusiones brillantes, como la misma naturalidad que parte huevos, y me parece admirable, ya que vemos tanto intelectualillo grandilocuente y faltón (ni miro, ni nombro a nadie, líbreme Dios y las virgenes Marias de ello) La descubrí hace mucho,mi primera lectura fue Malena es nombre de tango, y pensé, esta tía escribe a carne abierta, con dolor, con emoción, sangran las letras. Así ha seguido, con cosas insuperables como El Corazón Helado, y cosas pasables Los besos del pan…obra menor, imagino que de encargo. Oírla es una gozada, porque conoce la historia y tiene la honestidad de contarla con sus puntos de vista, pero no se contiene a la hora de hacer críticas de los suyos. La figura de Dolores en Inés y la alegría, es tremenda, inolvidable, traza una semblanza del mito de Pasionaria que te deja sin aliento. Descubre a Jesús Monzón…gran artífice del PCE desconocido, calumniado y vetado por la oficialidad. Pone en boca del protagonista una frase memorable que dice mejor que nada su independencia: Ahora temo más a los camaradas que a la policía franquista…Me embalo hablando de su obra.Además compartimos veneración por Galdós. Gracias de nuevo, Nina…