
Escucho la voz de Telemaco
entre vuelo de gaviotas,
sobrevivo a este incendio
que sangra estéril
sobre la escarcha.
Escucho la mar sobre el vacío
de rueca que engendra alfileres,
a Ulises y el minotauro,
hidra que traga salitre.
Apenas queda madeja
con la que tejer heridas
entre los juncos.
La savia como músculo estéril
sobrevivir a doce criadas
entre esta simiente
que crece en la orilla.
Y la aguja tiembla
fugazmente en el telar,
y resuena entre veleros:
Yo, Penélope.
María Villa
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