Las miro en clase. Aún abren mucho los ojos cuando les cuentas algo que las sorprende. Aún se duelen de la mala suerte de Romeo y Julieta como si fuera una historia real, si les narras lo que pasó con el veneno y la daga. Están descubriendo sus cuerpos, sus rostros, que cambian a cada instante. Se asoman a mirar a los chicos que pasan por delante de clase. Es ese tiempo de la revelación, de la promesa de que pueden pasarte cosas que te pondrán el corazón en la boca. De pronto se abren puertas que no soñaban, la posibilidad de salir un sábado, de acercarse al centro comercial y mirar y ser mirada. Lo que se ha hecho toda la vida, lo que querías hacer tú, lo que me moría por hacer yo cuando bajábamos andando al caracol o entrábamos a un bar, sin tomar nada, solo para bailar, conocer a alguien, marcharte corriendo a las diez con la sensación de que el mundo empezaba a ser distinto.
Las miro y disfruto en tercera persona de ese periodo de descubrimientos. Me da una rabia infinita pensar en que lo más prudente es pedirles que vayan con cuidado, que no se acerquen al lobo. Ellas deberían tener todo el derecho de vestirse como les apetezca, de equivocarse y aprender. Todas hemos querido ponernos una falda corta o beber para ver qué pasa. Forma parte de las cosas que vives, de ese periodo donde necesitas que te vean, que se fijen en ti. Buscamos nuestro sitio al crecer y en ocasiones elegimos mal, pero es nuestro derecho, el de cualquier ser humano, sea hombre o mujer. Qué impotencia, llegar a pensar que la advertencia, pedirles que sean prudentes es casi la única opción que nos deja esta justicia partidista, mediatizada por el peor de los corporativismos,por los peores prejuicios machistas que también arrastran muchas mujeres. Porque desde los juzgados se está defendiendo que el lobo no atacó con saña, no tuvo que arrancarle a dentelladas la ropa a una víctima simplemente porque ella estaba inconsciente.
La violencia fue mínima, desde este planteamiento. La violaron, pero poco, porque no opuso resistencia, porque había bebido. Ahí está, ahí lo tenemos. Al final de este camino tortuoso te encuentras ese argumento retorcido. Y entonces qué queda. Si la chica hubiera estado despierta, si hubiera gritado horrorizada, si se hubiera defendido, entonces ¿sí la habrían violado? Ah, no fue lo suficientemente heroica, no se comportó como una María Goretti de la vida. Se nos está indicando que la actitud de ella fue la que dictamina que los hechos fueren reducirse a un simple abuso, un uso de su cuerpo en el que se aprovecharon unas circunstancias. No se defiende la fragilidad de esa chica, su situación de desventaja, que debería agravar la pena de quien decide hacer algo así. No se considera agresión, acto de violencia manifiesta solo porque ella no estuvo en situación de revolverse. De demostrar que no quería.
Se ningunea el derecho de cualquiera a ser dueño de su cuerpo, sin ocupas ni ladrones que aprovechan que duermes. para entrar en casa.
Tenemos derecho a dormir, incluso porque nos hemos pasado de tragos, sin que esto justifique el allanamiento de morada.
Miro a estas chicas que van pasando por mis clases y pienso en todas las libertades que recorta esa guadaña de los señores jueces cuando deciden que se es más culpable de violar a una chica si esta se defiende contra un grupo de tipos que la fuerzan, en lugar de reparar que el comienzo de la agresión estaba ya en la voluntad de someter a una mujer y disfrutar con ello. El inicio de todo está en esta cultura del grupo de bestias que necesitan el poder, físico y de la compañía de otros en la agresión, para disfrutar del sexo. No en la víctima que bebió demasiado o no se defendió porque sentía miedo, algo tan humano que algunos hombres, entre ellos estos encargados de impartir justicia, no parecen capacitados para entender.
Patricia Esteban Erlés
Terrible.
Terrible el hecho. Y más terrible la sentencia de unos jueces incapaces de pensar con raciocinio. Somos cuerpos para el desahogo…No más. Cuerpos que pueden usarse sin pudor ni miedo. Terrible el mensaje que le dejamos a nuestras jóvenes. Terrible.