Voy recomponiendo el puzle que se me cayó al suelo este fin de semana. Hay piezas que con la caída se han perdido debajo de algún mueble, tal vez las cogió la perra y jugó con ellas mezclándolas con sus jugos gástricos, tal vez nunca llegaron a estar en sus huecos, pero yo no había sabido verlo.
Los conflictos no son negativos en si mismos, si no la forma que tenemos de gestionarlos, de resolverlos. Esto les explico a los adolescentes cuando voy a darles charlas sobre mediación.
Me aplico el cuento y estoy contenta porque pese al dolor inicial que genera cualquier ruptura con realidades que creíamos conocer pero que no conocíamos del todo, el mismo encuentro con esa otra realidad que no acabábamos de conocer nos lleva a la reflexión, a hacernos preguntas que nos ayudan a madurar, a crecer, a descubrir que los escollos del camino están para aprender a pasarlos y que no pasa nada, que al próximo, con la experiencia de haberlo superado el miedo será infinitamente menor y la seguridad infinitamente mayor.
No ha sido ninguna novedad volverme a contar y corroborar una vez más que las personas somos tremendamente imperfectas y que dentro de esa imperfección hay que saber ponderar los pros y los contras intentándolos encajar con tu escala de valores, con tu forma de entender la vida y las relaciones interpersonales.
Valoro la situación que he vivido como algo positivo para mi. He descubierto la red de apoyo que sin ser plenamente consciente, tenía. Amigos y amigas de esos que no huyen ante el dolor ajeno si no que ofrecen sus dos orejas, su propia experiencia y sus brazos para sostener si en algún momento mis piernas flaqueaban.
Salir de ti, escucharte, meditar preguntas que no te habías planteado, minimizar o reparar en aspectos que por alguna especie de autoprotección, no habías querido ver, aunque lo vieras claro y nítido como una noche de luna llena, sin nubes, frente al mar Mediterráneo.
Los consensos en cualquier relación son necesarios y que alguna de las dos partes quiebre alguno de ellos, parte de la dinámica de la propia vida y algo que a través del diálogo se puede resolver, alcanzando nuevos acuerdos o decidiendo continuar caminos diferentes si existen discrepancias insalvables o a alguna de las partes no le compensa continuar por la misma senda.
Esta noche he dejado de ser búho, he dormido largo y tendido sobre la almohada de los pensamientos en paz con una misma y con los que me rodean.
Mañana podrán llegar nuevos escollos, nuevas barricadas que saltar, rodear, analizar o consensuar. No les temo porque, seguro, me ayudarán a crecer todavía un poquito más.
Quisiera ser tan alta como la luna…ay, ay…
Valenia Gil
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