Cuelgamuros. A Elisa María Cabrerizo

Desde niña, he tenido la sensación de que, en casa, íbamos a contracorriente. Lo de la negativa de papá a comprar el televisor es un claro ejemplo―salud mental, hija mía, salud mental― me decía lacónicamente sin despegar la vista de las páginas del libro. Qué cabreo. Al fin y al cabo, mis compañeras no estaban locas y el bicho raro era yo cuando, en los recreos, me sentía fuera de juego mientras hablaban de algún programa o se me escapaba la baba imaginando los ojos azules del protagonista de una serie. Esa sensación de vivir fuera del redil se me agudizó en la adolescencia, más, cuando se tocaban temas tan resbaladizos como los primeros amores o el descubrimiento del sexo.
― ¡Qué pava! ¿Cómo se te ocurre contarles eso a tus viejos?
― ¿Por qué no?


En casa no había tele, pero hablar, se hablaba de cualquier cosa. Bueno, de cualquier cosa, no. La historia de la abuela Ramona, durante muchos años, fue un tabú transgredido sólo en el ámbito más privado. Un vacío que se me hacía más patente en festividades como la de los difuntos…
―No les bastó con… Años, llevando flores a una fosa común vaciada, hasta que supimos lo del ultraje. Malditos sean…
Tardé tiempo en entender estas palabras de mi madre escuchadas a hurtadillas. Luego, supe que el miedo es el abono más poderoso para la siembra clandestina de lutos. Sí, toda nuestra vida ha sido un ir con el paso cambiado. Obligadas a encalar la fachada y a mirar al cielo, tan vacío como la fosa. Paradójicamente, esa memoria amputada se nos convirtió en un doloroso motor que acabó por someter al tiempo una generación tras otra.


***
Voces azules aporrean la puerta. La noche saliva miedo. Se cimbrea la loza en el vetusto aparador mientras, por las rendijas del portón, se cuela el odio. Ni puta, ni pelleja, Ramona es maestra. Becada por la Institución. Maestra de la República en comisión de servicio, que no hay más Dios ni más luz que el conocimiento, ni mayor penumbra que la
ignorancia. Una maleta y un pequeño baúl; el carro de mulos, con dificultad, ha logrado vencer los repechos de tierra hasta el pueblo…


Las Hurdes, 15 de marzo de 1935
Manuel, gracias por tu apoyo. ¿Cómo está nuestra Carmen? Os echo de menos.
Ahora, me preocupa no saber llegarle a esta gente que, desde el primer día, me mira con recelo, sobre todo, las mujeres. Aquí, a todas, el luto parece haberles parasitado las entrañas…
***
A través del espejo del parasol, Manuela observa la figura hierática de su madre, Carmen, que sólo parece tener vida en la mano con la que acaricia la caja. Luego, mira a Rosa, la hija que conduce a su lado, y reprime el comentario al observar su emoción repartida entre el retrovisor y la carretera. El coche abandona Guadarrama por la nacional VI. Manuela vuelve sobre su madre. El gris de la mañana le alimenta la sensación de que ésta vaga por un mundo
sin presente. Desde la embolia, ha aprendido a leer en su mirada. Pinos negrales bordean el asfalto.
***
No hay límite para la maldad. Mujeres con hábito matan el sueño de libertad de otras y vejan sus cuerpos. Mujeres de ciega sumisión que avinagran la leche de los recién nacidos entre rejas, mujeres yermas de pezones secos y amargos como la tuera.


Segovia, 10 de abril de 1941
He perdido la noción del tiempo, los días y las noches transcurren aquí en una penumbra sofocante, hacinadas a la espera del último paseo. En este goteo insufrible, recordar lo vivido duele menos que pensar en lo que nos roban. Esta maldita nostalgia se me ha convertido en la mayor de las torturas…

***

El coche sigue desbrozando parajes. Manuela mira a su hija y siente que el orgullo la desborda. Ha sido ella la que, con su ímpetu, ha movido todo el papeleo. Años de solicitudes, de mostradores, de despachos, de ansiedad y espera. Nadie se lo ha puesto fácil. También ha sido Rosa la que ha propuesto el guion de la ceremonia, porque ella, entre los nervios y la tristeza de ver postrada a su madre, sigue atorada.
Mamá, en el acto sólo habrá una voz, la silenciada. Si tú no puedes lo haré yo. Mi bisabuela se llamaba Ramona González Muñoz. Una maestra secuestrada, encarcelada, torturada y ajusticiada por cometer dos delitos: atenuar la ignorancia y, como mujer, mostrar que la sumisión mata…


Nadie lo habría dicho mejor. Así lo ha leído Manuela en el rictus de su madre, en las lágrimas que las dos han compartido, porque, tal y como les ha comentado una de las forenses al final del acto: cuatro generaciones después, le habéis devuelto la dignidad a Ramona y a la Historia.
El coche continúa su camino, Manuela vuelve la mirada hacia el asiento trasero, Carmen sigue lejos, ensimismada, acariciando la caja. Tras un recodo, lejana, la ignominiosa cruz que hiende la roca se le difumina entre la niebla.

Juan Jurado.

Sobre JuanJ Jurado 82 artículos
Profesor de Lengua y Literatura española. Publicaciones en La prensa en el Aula. Octaedro. Cuaderno para la comprensión de textos. Octaedro. Ponente del Diseño curricular base para la enseñanza de la Lengua y la literatura española en la ESO, en Andalucía. He sido portavoz y concejal por el grupo municipal de IU en Úbeda. Actualmente no milito en ninguna organización política, pero si la calle me llama, voy.

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