No sé a quién he salido, pero creo que soy de las personas de mi familia con más hipocondría y miedo a las enfermedades, tanto para mi misma como para los míos.
Desconozco si los demás llevan esos acojonos que me entran a mi cuando descubro algo en mi que no reconozco o identifico con claridad.
El caso es que a mi, como dicen de las almorranas, me da por sufrir mi miedo en silencio.
Medito alrededor de mi miedo y me escucho contarme que no temo irme si no dejar a mis peques demasiado peques y faltos del amor incondicional de una madre y del apoyo al máximo que también, solo una madre, es capaz de otorgar.
Y ahí es donde se me retuerce el estómago, ahí es donde mi ansiedad comienza a querer asomar la patita. Pero como a la hijaputa la conozco, la intento largar a paseo quemando la angustia con movimiento, así que comienzo a hacer trabajos físicos o si tengo algún cometido que necesite hacerlo caminando, lo elijo en ese preciso momento, para que el león enjaulado y nervioso que asoma con mi ansiedad, se calme, se distraiga o directamente se vaya.
Ayer lo conseguí y no volví a saber del puto felino en toda la tarde.
Hoy a querido volverme a rugir en toda la jeta y de nuevo, con movimiento, lo he mandado a freír espárragos (aunque no sea vegetariano)…
Estoy algo escacharrá y no sé de dónde me viene. Supongo que nacemos con un determinado carácter y como si de un ingrediente se tratara, si nos lo quitaran, seguro, no sabríamos igual. Así que me conformo con mis taras porque me gusto tal cual soy. Esperando que el gatito chungo que habita en mi, se vaya a vivir algún día al corazón de África y se olvide de mi.
A la vejez…viruela. Qué le vamos a hacer.
Valenia Gil
Lleva conmigo 44 años viviendo, al principio me descolocó tanto que quedé paralizada, cada cosa que hacía era un mundo para mí, hoy lo manejo mejor pero sigue siendo igual de molestó.
En fin que aveces lo tolero y otras no, pero irse no se va. Un saludo