Alma Reville

Hemos escuchado tantas veces la frase de que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, que nos molesta pero no nos sorprende. Lo que suele haber detrás de cada gran hombre es una frustración, una renuncia y un oscuro silencio que opaca el talento de la mujer que le hizo la vida más fácil.

Es el caso de Alma Reville, conocida por el público como Lady Hitchcock, pues fue su esposa durante muchas décadas. Alma Reville, nacida en el Reino Unido en 1899, desde niña adoraba el cine, pero no ansiaba ser una actriz famosa, su pasión era convertirse en la creadora de la trastienda cinematográfica. Su padre era encargado de vestuario en los Estudios Twichenham,  que ella visitaba con frecuencia. Quizá para quitarle el gusto, el progenitor, la ayudó a convertirse en montadora pensando que el trabajo anodino de laboratorio  aplacase el gusto por el Séptimo Arte. No solo no fue así sino que desarrolló una digna carrera como montadora durante un corto espacio de tiempo.  La oscura sala de montaje se convirtió en su universo placentero.

Durante dos años trabajó con un  hombre silencioso encargado de los tarjetones de diálogo, apenas  cruzaron palabra. Al cabo de ese tiempo recibió una llamada de teléfono solicitando su colaboración como editora. Era la primera película que realizaba un tipo llamado Alfred Hitchock, su antiguo compañero. Le hizo una oferta económica que ella no aceptó por parecerle pequeña, el director insistió subiendo los emolumentos y comenzaron a trabajar juntos.

Años después el genial director le reconocería en una entrevista a Francois Truffaut que después de cada toma miraba a su prometida, con el fin de comprobar si estaba bien, si sobraban o faltaban detalles. Se convirtió en su mejor colaboradora.  Se casan en 1926 y como suele pasar con el matrimonio llegó el apartamiento de los sets, quedándose relegada al acomodo del hogar convirtiéndose en la esposa amante que le espera en casa. Tienen una hija llamada Patricia. Para Alma se acabó el trabajo codo con codo con Alfred,  pero no la colaboración. Al llegar a casa, además de la cena (siempre a las cinco de la tarde, de forma rutinaria) él comenta los guiones, muestra las grabaciones realizadas, las dudas…Alma corrige los diálogos, apunta, enriquece,  observa imperfecciones de las tomas. Es famosa la percepción que tuvo al observar que en la  muerte de Janet Leigh en su famosa escena de la ducha, ve que respira imperceptiblemente. Se les había pasado a todos los que visionaron la obra, no al experto ojo de Alma. Fue su criterio el que se impuso al de Hitchcock convenciéndole que  el chirriante sonido de violines de dicha escena se quedara en los planos ya que él propugnaba que fuera solo el grito de la actriz lo que sonara. Al final, la  se conoce más por el perturbador sonido de los violines chirriantes que por los planos de la actriz.

Sus ojos ven y corrigen cientos de detalles importantes en la obra del cineasta. Los guiones eran rehechos por Alma aportando gran vivacidad y puliendolos. Al principio de su vida en común ella firma los guiones, pero cuando se trasladaron a Hollywood dejó de hacerlo de forma paulatina, incluso ni aparece en los títulos de crédito. Su hija Patricia confirma que de noche, al regreso del director, es ella quien los rehace.

Stephen Rebello afirma que Alma Reville, de haber nacido hombre hubiera sido una gran directora. Su figura pasó a ser una mera comparsa que controlaba los desmanes de su marido por la obsesión que tenía con las actrices rubias y de belleza gélida. Hitchcock parece ser que era impotente, él mismo afirmó que solo hizo el amor una vez con Alma, cuando concibieron a su hija, pero mantenía una perturbadora obsesión por sus actrices que ella intentaba controlar.

Estaban muy unidos, compartían un amor desmedido por el cine, por la buena comida, por sus rutinas domésticas, lo cual no fue óbice para que ella mantuviera un apasionado romance con el escritor Whitfield Cook, posiblemente de tipo romántico y sin carácter sexual que no rompió la pareja.

Enfermó de una apoplejía y poco después tuvo un cáncer de mama, la dependencia de Hitchcock de ella era de tal calibre que le obsesionaba que muriera antes que él. Durante los años que Alma estuvo enferma, Alfred incluso dejó de hacer cine.

Al recibir el   premio Logro Lifetime del American Film Institute supo reconocerle su valía con este discurso:

Pido permiso para mencionar por su nombre únicamente a cuatro personas que me han dado todo su cariño, su reconocimiento, sus ánimos y su constante colaboración. La primera de las cuatro es una montadora cinematográfica, la segunda es una guionista, la tercera es la madre de mi hija Pat, y la cuarta es la cocinera más excelente que haya obrado milagros en una cocina doméstica, y el nombre de las cuatro es Alma Reville. Si la hermosa señorita Reville no hubiera aceptado hace 53 años un contrato vitalicio sin opciones para convertirse en la señora de Alfred Hitchcock, es posible que el señor Alfred Hitchcock se encontrara en esta sala esta noche. Sin embargo, no estaría en esta mesa, sino que sería uno de los camareros más lentos de la sala. Quiero compartir este premio, como he compartido mi vida, con ella”.

Nunca sabremos hasta dónde hubiera llegado el talento en solitario de Alma Reville; lo cierto es que el cine de Hitchcock jamás hubiera sido lo mismo sin ella.

Al final, Alfred murió antes que su esposa, que falleció en Bel Air el 6 de Julio de 1982.

María Toca©

Sobre Maria Toca 1673 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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