En esta tierra nacen las voces
de los cuerpos jóvenes, donde la
lluvia desborda nuestras manos
temblorosas de llanto, mientras
en las fuentes se derrama el
frescor sobre las bocas infantiles,
desconocedoras del dolor, inertes.
El sol parte en mi llegada, dejando
tras el malva de la tarde la fogosa
bóveda, que manchada de memoria
recuerda el peso de este cuerpo.
Los últimos rayos de sol sostienen
por un instante el cielo invernal,
dejando que la noche se abra
camino.
Cesa la luz, y yo sueño que todavía
reposas tu cabeza en mi vientre
enamorado, que aunque inútil aún
guarda espacio para un beso.
Cae el cielo sobre mis espaldas,
y con él, el sueño.
Y de nuevo tú, infatigable deseo,
¿qué buscas en mí?
Como el perdido navegante que
busca tierra yo te añoro, mas
quizá no debiera marchar mi
amor sincero en esta noche.
Quizá debiera desvanecerme
como el día lo hace, llamándote
una vez más en la madrugada.
Autor:Pedro Diego
Fotografía: María Toca
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