Esperando ayuda a su dependencia
les llego la muerte,
esa fue la única ayuda efectiva
que recibieron a su sufrimiento,
y es que, no hay longevidad alguna
que pueda vencer al deterioro humano
que lleva hasta la muerte.
Y ahí siguen, los que aún quedan con vida,
luchando por sus denegados derechos,
esperando esperanzados,
con la mirada perdida en el reloj,
que no les toque la caprichosa dictadura
de las manecillas de la suerte negra
antes de que les toque la barita mágica del hada madrina de la suerte.
Aunque saben también,
que ante la indiferencia humana
las flores mueren solas y desnudas
sobre la tierra húmeda ,
para que tras el invierno,
el milagro de la fecundidad de la primavera haga florecer otras flores
que no entrenadas en esa bella realidad
de la ficción mágica consensuada,
del no querer saber, en la que hemos aceptado vivir
los humanos,
renazcan con la misma fortaleza
que evidencian las cigüeñas o los salmones,
cuando cada añada,
vuelven a anidar o desovar
al mismo lugar en el que nacieron,
estimulados por la ilusión
de que cumplirán el sueño
de dar vida a nueva descendencia,
antes de que el correo de la muerte negra
les llegue.
Enrique Ibáñez
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