La sociedad como colectivo es comparable a un organismo vivo, un ser complejo donde cohabitan sus claros y sus oscuros, sombras y luz, la bondad y la maldad. Stevenson lo reflejó perfectamente en su metáfora sobre el ser humano: Doctor Jekyll y Mister Hyde. Proceso semántico que podríamos aplicar al «ser social«.
Ayer, cuando observaba en televisión la campaña iniciada por algunos hosteleros de Madrid, además de sentir indignación y miedo a partes iguales, me dio en pensar que toda la estrategia ideada en torno a esta figura, aparentemente hueca, va a encaminada a alimentar el Mr. Hyde que la sociedad -en este caso la madrileña- lleva dentro.
Por seguir con los símiles literarios, a Madrid, quieren convertirlo en el Mordor que cubra definitivamente de oscuridad a la tierra Media (quién puede negar que la Literatura es vida).
Ayuso, pero, sobre todo, su alter ego «malpensante«, el tapado Rodríguez, vienen dando de comer al monstruo social que, en plena pandemia, ha elegido economía frente a salud, para inmediatamente gestionar sus consecuencias desde la maldad.
Una deriva demencial que vociferará un hedonismo selectivo y macabro, un «comamos y bebamos unos pocos, que mañana morirán muchos«. Para, seguidamente, posar de negro y cariacontecida en una misa requiem por todos ellos. Por los muertos y, cómo no, también por los vivos, que Dios nos quiere a todos.
En el camino se habrá diezmado la sanidad pública, se habrán inaugurado mastodontes hospitalarios tan inútiles para la salud pública como fértiles para el pillaje mercantil, y se habrá enarbolado la bandera rojigualda, más azul que nunca, para espantar al «enemigo» de siempre, para volver a narrar el relato que tanto fruto les dio y les sigue dando en este país analfabetizado históricamente: el comunismo (de los miserables) o la libertad (de los elegidos).
Todo un paradigma de la doble moral, de la grosería más grosera, de la simpleza más primaria. Todo un símbolo triste de la triste historia de este país que, si no se remedia, en pocos días volverá a escribir negras páginas convirtiendo a Madrid en el epicentro de un virus para el que no hemos logrado antídoto.
Dios no existe, sólo una lucha eterna entre el bien y el mal, entre Doctor Jeckill y Mister Hyde. De ella, dependerá que tras la muerte haya vida.
Juan Jurado
¡¡ Bien dicho !! Triste panorama …