A veces el tiempo es como el barro,
se mezcla con la tierra, y esconde lo que encuentra.
A veces el tiempo es catarata,
lluvia incesante que destierra lo que fundó.
Por debajo de la línea de lo visible
la vida exprime jugos,
los digiere, y los convierte en sustancias nuevas
…que imantan lo similar,
o se agarran a lo dispar, caprichosamente,
sin que la comprensión dé luz a estos misterios.
Y así nos sorprende lo que parece azar,
entre pasos que hacen que choquemos por las esquinas.
Distinguimos por la ventana si la nube negra nos acecha,
o si el sol iluminará nuestros ojos,
hasta poner un pié en la calle,
fuera del techo que nos alberga,
y nuevamente el azar caprichoso
resuelve cambiar los grandes nubarrones por rayos que nos penetran,
o apagarlos por las calles, dejándonos ciegos,
sin mediar explicación.
Alguien dijo “todo está sometido a un orden que no comprendo”
el orden de los sonidos necesarios que se tapan la boca,
el orden de las voces grotescas que suenan ampliadas.
Todo es una danza
donde el cuerpo y el alma
preparan saltos y vuelos en los charcos,
-o limitados por el peso de los tiempos cronológicos,
y creencias embarradas-
caen
hasta hundirse.
Y no hay razón para temer,
y no hay razón para la queja,
las cosas son como son,
ajenas quizá a nuestros ánimos
o danzando al son de la orquesta que tocamos.
Ángeles Sánchez-Porro
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