
Santi Nolla, ese buen periodista catalán, recordaba el otro día el suceso del palco madridista una vez terminada la final de Copa en la que el Real Madrid cayó derrotado ante el Barcelona. Doña Ramona, la mujer del general Camilo Alonso Vega, ministro de Gobernación y responsable del orden público, se dirigió a Berbabeu, el corneta de Franco que presidía profesionalmente al Real Madrid y que un día a mí me llamó maricón.

– Ay, qué pena, Santiago, hemos perdido.
Su marido que estaba al lado advirtió a su señora de que ignoraba al presidente del Barcelona, el ganador. Y doña Ramona reaccionó enseguida,
– Ay, es verdad, porque Barcelona también es España ¿ no?
El presidente del Barcelona, Narcís de Carreras, utilizó el catalán para mandarla a la mierda.
– Senyora, no fotem.

Los estudiantes franceses perdieron ese Mayo del 68 porque les abandonaron los obreros. Ese fue el diagnóstico de Fernández de Asís.
Aquí en España, las cosas empezaban a cambiar. Pero veníamos de una noche larga y oscura donde las mujeres no eran visibles, salvo las de la Sección Femenina con sus perversiones ideológicas. Pero algunas mandaban mucho, como Carmen Polo y la mujer del palco del Bernabeu que encendió la cólera de Narcís de Carreras.
Carmen Polo se encargaba de nombrar obispos, que no era moco de pavo porque los obispos de entonces ejercían de jefes provinciales del Movimiento, lo mismo que los párrocos habían tomado las alcaldías.
Doña Ramona, más conocida por La Camila, se ocupaba de la moral. Y así iba por los cines, por los
teatros, vigilando lo que aquellos perillanes cómicos se traían entre manos. El poder de La Camila era infinito. Si ordenaba cerrar un cine, clausurar un teatro, su orden se cumplía. Y mandaba al paro y al hambre a familias y sagas que durante tiempo habían empleado sus fuerzas e invertido su dinero en un proyecto que, partiendo de Madrid, recorrería España.La Camila podía triturar en un minuto todo un año de trabajo.

Ahora mismo hay mujeres sacando del olvido a otras mujeres que coincidieron en el tiempo con Polo y La Camila. Y se remontan más atrás aún. Agradecidos todos a Pepa Merlo por su entrega a esa labor justiciera con la memoria – o la desmemoria- de tantas mujeres. Más agradecido yo porque Pepa Merlo colabora en mi próximo libro. Agradecidos a Tania Balló por embarcarse en una tarea parecida. Agradecidos a José Luis Ferris por romper la igualdad y poner en sus libros muchas más mujeres que hombres.


Para las camilas actuales, como no sé catalán, les hago un Bogart como la copa de un pino.
Valentín Martín.
Deja un comentario