Hay una cara de cuando ya puedes contar algunas cosas sin llorar.
Hay una cara de estar medianamente a gusto en tu piel sin ser esto soberbia, sino más bien voz autocrítica con el dispositivo roto.
Hay una cara de no esperar que los demás te validen tanto, de ya no querer caerle bien incluso a quien detestas, de suavizar la importancia personal o las ganas de resultar especial.
Hay una cara de por cuánto hemos pasado dicho con oxigeno y de corrido.
Hay una cara de no quiero dar tanto para que me quieran ni estar tan disponible.
Hay una cara de mujer que ya no siente el vacío imposible de llenar con materia, ropa, alimento o conocimiento.
Hay una cara de la que dejó de mirarse en los hombres para darse presencia y existencia.
Hay una cara que se enfada menos, corta menos cabezas simbólicas, se expone menos a la agresión y se protege algo más.
Hay una cara de esto es lo que me toca y lo que voy construyendo, una cara que no te pone grave, circunspecta y resabiada sino convencida de lo que se puede cambiar y lo que no.
Hay una cara de mujer madura que se ríe más suave por fuera y agradece no haberse muerto cuando no quería existir.
Esta es la cara de alivio interno y un poco de paz.
Una cara para seguir siendo esculpida.
Gracias a todxs por estar al otro lado y seguir cerca.
María Sabroso
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