Se trata de Carmen Cuevas, que escribió «La calle del Carmen 21»
No sé qué será primero, si que yo acabe de redactar esta breve semblanza de la escritora Carmen Cuevas para que todos ustedes tengan una idea sobre quién es la persona que les atenderá de cinco a ocho en la Librería, o que llegue ella a abrir. Y es que estás jubilado, estás de vacaciones y es cuando más se te amontonan las tareas. No te da tiempo a nada.
Carmen levantará la persiana metálica instantes antes de las cinco, encenderá las luces, quizá ponga la calefacción quizá no, pondrá sobre el escritorio los bártulos de administrar las operaciones comerciales de la tarde y se dispondrá a atender al personal.
Verán ustedes lo que es una dependienta con clase. Cuando presenta sus libros o da conferencias por esas geografías de Dios, no tarda ni tres minutos en meterse a la gente en el bolsillo, tiene el don de la narración, que no todos; sabe administrar los silencios junto con la voz; domina la palabra, es una profesional de la palabra.
Carmen Cuevas es una escritora de aquí, de casa. Escribe novelas, es novelista. Cultiva la novela negra. Tiene la mente llena de tramas criminales que tiende, como la araña hace con sus finos hilos invisibles, sobre los recovecos de la urdimbre urbana de Santander. Tiene policías de la Judicial, de la Científica, trabajando para ella. Y personal en los juzgados. También debe de tener personal destacado en Anatomía Forense y en la morgue. Usa unas gafas bifocales, en la parte inferior los cristales son inductivos, en la parte de arriba, deductivos.
Tiene pasión por escribir. Y por escribir de eso. De crímenes, de motivaciones criminales, de técnicas para disimular el asesinato y borrar las huellas. De técnicas para descubrir las motivaciones ocultas y para identificar las huellas.
De niña se encontró con el mundo de los cuentos en un tocadiscos antiguo. Escuchaba las maldades de la bruja en un pequeño vinilo de los de entonces (lo de entonces eran los años setenta, ahí mismo, al torcer la esquina) y se las arreglaba para encontrar a alguien a quien irle con el cuento. Me imagino yo que el mismo, pero convenientemente aderezado y adaptado. Así hace gimnasia de entrenamiento una escritora.
Es licenciada en Física. En 2010 fue finalista del Premio Círculo de Lectores. Tiene predilección por autores como Mankell y su inspector Kurt Wallander; predilección también por Ferdinand Von Schirach. Y cuando le preguntan por otras preferencias literarias, habla de Patria, de Aramburu; El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger; La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera y Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa. Yo coincido.
Recorre librerías y clubs de lectura presentando y comentando «Calle del Carmen, 21», su novela de mayores vuelos. Es una historia negra ocurrida, (bueno, situada) a la altura de ese número de ese vial que antiguamente se llamó calle del Sol y luego pasó a denominarse , en un tramo, calle del Carmen.
Hace unos días precisamente publiqué yo una reseña del último libro de Ramón Viadero y le puse el título «Ramón Viadero, sin salir de la calle del Sol».
Se publicó en la web de la Sociedad Cántabra de Escritores y algo más tarde mereció una hermosa reproducción, muy cuidada, en la página de «La Pajarera Magazine«.
Con la novela de Carmen Cuevas seguimos dando vueltas literarias a lo mismo, lo de siempre, lo que constituye la vida y la muerte. Y todo sin salirnos de la calle del Sol, como Viadero.
Isidro Cicero
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