Carta al autor de “Odio” Luisgé Martín

 

 

Hemos llevado las cosas quizá demasiado lejos con posturas enfrentadas y controvertidas, al final creo que la editorial Anagrama ha tomado la mejor decisión. No publicar el libro del que usted es autor. Quiero que sepa que no me guía una especial animadversión hacia su persona, al contrario. Tengo en mi casa un libro escrito por usted, dedicado incluso. Le he seguido y sigo en redes sociales y le tenía respeto.

El libro que usted, señor Martín ha escrito no llegará a nuestras manos, no por censura, lo cual es de agradecer porque es bien triste recurrir a ello además de  sentar un precedente terrible para el futuro.  Lo que ha pasado la editorial -modélica editorial hasta ahora, quizá los tiempos difíciles que aprietan hacen que se haya descolgado con una acción tan turbia- a la prensa como prueba del talento de la obra, es descalabrante y me temo que nos ha potenciado el enfado. Enviar a mamá y a la hermana a comprar calcetines, porque usted ¡oh hombre atareado! no tiene tiempo,  les ha quedado un tanto teñido de misoginia explicita. Lo cual demuestra la penosa falta de sensibilidad feminista y conocimiento de las diversas formas en que se viste el patriarcado para herir a las mujeres. De haber tenido un poco de tacto ni usted hubiera publicado el texto de esa forma ni la editorial hubiera transigido con semejantes párrafos que nos demuestran una empatía perturbadora que nada aporta al libro, y de hacerlo supone un descredito absoluto para usted y para las que salieron de compras.

Con solo un poquito de visión periférica de feminismo le hubiera evitado errores de bulto tan dolorosos que han sido el detonante de todo el sindiós que ha precedido a la retirada de su novela.

Cuenta en el libro que su pretensión era entrar en la mente de un monstruo. Primer error, Bretón no es un monstruo (reconozco y entono el mea culpa porque yo a veces le nombro de esa forma)  es posible que ni un psicópata. Es solo un mediocre envenenado de misoginia pervertida por siglos de cultura patriarcal. Esto que digo es clave para entender lo que es la violencia machista y sobre todo la violencia vicaria. ¿Qué tipo es capaz de eliminar a sus propios hijos para asesinar el alma de la mujer que odia? “Soy  tipo mediocre que no era nada en la calle, pero quería mandar en casa”, según transcribe usted mismo en frase del asesino. Un incel enaltecido por kilos de metralla machista que llegó a donde otros no llegan, quizá por cobardía o por faltarles unas migas de odio.

Usted pudo informarse de todo ello de haber querido hacer un libro bien documentando y clarificador sobre los sentimientos de ese tipo al que, perdone que le diga, se le ha llevado a usted al huerto de forma magistral ¿Cómo es posible que no sospechara de su entusiasmo ante la publicación? ¿Cómo es posible que usted no recabara ni una mínima información o aviso hacia la víctima? Quizá su entusiasmo por hacerse un Capote le nubló, querido Luisge, y ahí precisamente radica el segundo fallo.

Querer hacer la “obra” tocando temas tan escabrosos es cruel e infame. Porque lo que se escribe o se muestra produce dolor. Un dolor inaudito que era evitable de tener usted el oficio suficiente para hacer una obra poliédrica, como son las precedentes de true crime. No, usted opta por una sola voz. La del asesino que perpetró un crimen vicario y al que le han prohibido de por vida comunicarse con la victima que quedó viva (es un decir) del criminal acto cometido. El asesino, de forma solapada o concertada con usted, le utiliza para volver a herir a esa mujer que lleva el enorme hueco de dos pequeñines asesinados por quien ella escogió como padre. El horror, querido Luisge. Usted ha dado pie a que el horror vuelva a herir a esa mujer. Repito, quizá fuera de forma inocente, lo cual demuestra una falta de oficio brutal, o intencionada, lo cual no me atrevo a calificar.

Las obras con victimas vivas debieran ser tratadas con más respeto y cuidado, cosa que no ha ocurrido. Las obras de true crime de violencia vicaria hay un ser humano que se puede revictimizar y lo humano y lo lógico, es informarle y escucharle. ¿O es que no la escuchó por temor a que le arrebatara la “obranegándose a colaborar en ella? Lo cual no es óbice para que le reconozca el derecho a no preguntar, el mismo derecho que nos acoge al resto a patalear por su acción o por su falta de ella.

Además, querido Martín,  de conocer la otra parte de la historia le hubiera dado a usted más datos sobre la posibilidad de entender  la mente del criminal; solo escucharle y leerle a él ha reducido la posibilidad de realizar una  tesis poliédrica al  dar voz a una sola parte de la historia. Ese crimen tiene muchas voces. Algunas no están, las quemó Bretón una tarde terrible.

También hubiera estado bien que usted hubiera leído a Primo Levi, cosa que seguro no ha hecho, porque en su magistral “Si esto es un hombre” avisa en el prologo que jamás podremos entender las mentes asesinas. No está a nuestro alcance y bueno es que sea así porque de poder entender sus causas y motivos ocultos querría decir que comulgábamos con ellos. Entender a un criminal odios solo está al alcance de quien calibra el mismo mal. Lo dice Primo Levi, querido Luisge. Busque en alguna biblioteca y verá como se explica el horror en pocas páginas,  pero desde fuera, desde la posición de la víctima.

El problema, quizá sea el mismo que le llevó a pedir el favor a mamá y a hermana de comprar calcetines para el asesino, sea la prisa. Solo la premura en editar -ay esos convencionalismos editoriales, las conveniencias del grupo empresarial, que no literaria de la respetable y respetada Anagrama–  le debió de obnubilar.

Claro que podemos escribir true crime, escribir, grabar y editar los horrores de crímenes que dejaron un reguero de dolor inclasificable, pero siempre con el tacto debido a la premisa que debiéramos tener como prioridad los/as escritores, que es no dañar al sufriente. No horadar más en las heridas de las víctimas.

Créame, querido señor Martín,  es posible hacer una obra de calidad literaria, contando una historia trágica y terrible como la que perpetró Bretón, solo que hace falta más talento, más tiempo y más oficio. También más humanidad e inteligencia, pero eso lo dejamos en suspense porque, quizá, hoy no esté ni de moda ni sea prioritario para las empresas (sí, empresas) editoriales.

Quiero despedirme saludando a usted y celebrando que la editorial haya retirado el libro que, si bien no se debería de censurarse, el mejor sitio para residir, a partir de ahora, es en el anaquel de las historias fallidas.

Y por favor,  esto no se lo dirijo a usted sino a los “defensores” que le han salido al calor de la polémica. Dejen de proclamar el nombre de Truman Capote en falso. Es como jurar en ficticio por Dios. Muy feo.

María Toca Cañedo©

 

 

 

Sobre Maria Toca 1742 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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