Correos no es un imperativo levirato donde aquel dios mandaba mucho. Mandaba tanto que, como lo veía todo hasta con la luz apagada, castigaba a Onan cuñado de la viuda Tamar si él se derramaba fuera cuando la mecánica sexual de entonces. El cuñado de Tamar no quería tener hijos con ella para no repartir luego la herencia, así que a la alcoba iba por mandato de un dios menos democrático que María Antonieta, pero en el instante definitivo, la marcha atrás como los novios de antes. No hay que estudiar mucho para guionista, todas las novelas turcas están en el Deuteronomio desde hace siglos. Menos feisbu y más Deuteronomio, le decía yo a las vírgenes de Libertad 8. Y menos marcha atrás, a ver si chispea y luego hay lamentos. No sé si me hicieron caso.
Correos es una empresa donde trabaja mucho mi amigo Fernando. Pero no sé si los carteros y carteras de ahora tienen la culpa de hacer mucho el Onan. O a lo mejor es que ya casi no quedan carteros. Después de ese ¡Matadlos! de Ayuso, uno se puede esperar cualquier cosa, hasta que a día de hoy, cuando se barrunta la primavera, haya Herodes con faldas y no nos demos cuenta. Cosas así pasan, mira el vicepresidente de Madrid y la jefa de la oposición, estaban cobrando la ayuda social para los más necesitados y no se habían enterado. ¿ Y para eso se gastan mucho dinero los pobrecitos bancos en hacerte un enlace en internet para que minuto a minuto sepas lo que te pasa?
Yo mandé un libro a Azuqueca hace un mes, y el libro no llega; y Correos no sabe no contesta. No hay que correr antes de tiempo, que hace mucho mandé otro libro a otro pueblo y resulta que el libro llegó, el cartero lo dejó en el buzón, pero la destinataria tenía buena voluntad pero no tenía llave del buzón. Que haya Herodes en 2023 no es tan extraño. O buzones sin llave.
Yo creo que lo de Camilo José Cela – Spain – es un invento de los juglares del régimen, como esos que dicen que Franco arreglaba esto en un plisplás.
Pero cuando yo era chico, Gregorio el cartero de mi pueblo y pueblos de alrededor acudía siempre a la cita llevando cartas y encargos en bicicleta. A mí me compró y vendió como intermediario un duward. Para entrar en el seminario entonces se necesitaban fundamentalmente dos cosas: tener reloj de pulsera y no ser hijo de madre soltera. Así que si yo fui seminarista se lo debo a padre y madre y a Gregorio.
Al seminario lejano de los helechos se llegaba en la camioneta del cartero que iba por los pueblos serranos llevando y trayendo buenas y malas noticias. Viajabas en la camioneta del cartero con cartas, paquetes, y chivos. Los chivos olían al pueblo que ibas dejando atrás, pensando como Juanito Valderrama. Para decirlo todo: los chivos iban con las patas atadas, como las cabras en los coches de línea marroquíes. No para que no molestasen al resto de los viajeros, sino para que no saltasen de la camioneta y volviesen al pueblo, que ganas de eso no nos faltaban a los chivos y a nosotros.
Ahora hay carteros y carteras muy apresuraos. Durante mucho tiempo, en mi buzón me dejaban una carta destinada a Ezequiel Bermúdez de la Malvarrosa, un señor que ni siquiera vivía en este portal, y menos en este piso y en esta puerta. Durante años yo recibí las cartas de Ezequiel Bermúdez de la Malvarrosa, pero un día dejaron de llegar. No sé si cambiaron al cartero o que Ezequiel Bermúdez de la Malvarrosa se murió y nadie escribe a un cadáver.
¿ Y si Ezequiel Bermúdez de la Malvarrosa se hubiera ido a vivir a Azuqueca? Tendré que preguntar, no vaya a ser que él tenga mi libro igual que durante casi toda una vida tuve yo sus cartas.
Valentín Martín.
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