Concepción Rodríguez Valencia, nace en La Felguera en 1958, en plena cuenca minera. Su padre, Daniel Rodríguez, procede de Portugal, ha llegado a Asturias siendo apenas un niño, huyendo de la persecución que la dictadura portuguesa ejercía sobre el abuelo debido a que éste ayudaba a pasar a los huidos de la represión y a los que intentaban evitar la terrible leva que los llevaba a las guerras coloniales, todo un matadero sin sentido para los jóvenes lusos. Por tanto, Conchi, nace en una familia de luchadores antifascistas. La madre, Cleofa Valencia (Pepi), es de Alcahudete, Jaén, cuya familia también llega huyendo de la pobreza en busca de un futuro en la prospera Asturias. El padre entra en Hunosa siendo un niño, con solo doce años, cosa común en la época ya que los niños, por su tamaño, realizan tareas especificas en el inframundo del carbón. Su familia es socialista, le trasmiten la conciencia de clase desde muy pequeña. Conchi, respira el orgullo y la conciencia de la lucha obrera justo donde está el corazón de la misma, la revoltosa Asturias. Esa que cantaron que se la jugó dos veces y otras tantas perdió. Pero a Concepción Rodríguez Valencia no le gusta perder.
Durante un tiempo trabaja en el primer sindicato formado en la cuenca minera, en Sama de Langreo. Son los años setenta y hay mucho que hacer en derechos laborales. Cuenta Conchi, la lucha por conseguir pensiones por incapacidad que la empresa escamotea, la atención a las viudas que quedan en desprotección cuando se produce un accidente, tan frecuentes entonces, con niños pequeños y la falta de ingresos para atender a los huérfanos. Es un aprendizaje para ella que la confirma en su conciencia de clase y la lucha necesaria de la clase obrera para extraer al capital los derechos que palien las precariedades.
Como su padre es de nacionalidad portuguesa, no la permiten estudiar en la pública, por lo que cursa sus primeros estudios en las Dominicas de La Felguera, a quienes agradece la buena formación y las compañeras con las que mantiene contacto. La madre desde muy pequeña la insiste: “no dependas nunca de un hombre, trabaja y ten tu propio dinero”. El abuelo paterno enferma joven de silicosis, porque la mina devora a los que deja vivir. Como no es español, recibe una pensión más exigua en su vejez, por tanto, la penuria y la dura vida de la cuenca la vive, Conchi, desde muy joven.
Intenta ir a la Universidad, no es buena estudiante pero quiere hacer Graduado Social…el duro viaje del autobús “El Carbonero” que la lleva desde Langreo hasta Oviedo, hace que desestime el intento. Estudia mecanografía y se prepara para trabajar, mientras practica variados deportes que los ve como camino de fortaleza femenina. Atletismo, jabalina, lanzadora de disco, se convierte en una mujer fuerte, bien preparada físicamente.
Estamos en los años ochenta, el paro aprieta en el país, Conchi quiere dar el salto a la vida laboral, porque tiene clavadas las palabras de la madre. La oportunidad se presenta cuando HUNOSA convoca en 1985, ochocientas plazas de empleo directo. Conchi se presenta a las pruebas. Con ella va su hermano que tiene 28 meses menos que ella y quizá no tiene su preparación física. Pero el hermano y los compañeros de Conchi, tienen una gran ventaja: son hombres. Aprueba todo, pero no la aceptan, como motivo le indican que hay una normativa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la numero 45, que indica que ni mujeres ni los niños podrán bajar a la mina. Esta ordenanza data de 1897. Ordenanza que nunca han respetado las empresas mineras porque se han contratado niños desde siempre. Tal como dijimos, su propio padre trabajó a los doce años y durante los años de guerra y postguerra, cuando faltaban los hombres por estar presos, bajaron las mujeres a los pozos, claro que el gobierno franquista, no las llamaba mineras sino “productoras” de esta forma se disimulaba el desacato a la ley y la percepción del franquismo que tenía de la mujer. Buena para mantener el fuego hogareño y parir hijos, pero no para el trabajo remunerado. Concepción Rodríguez se da cuenta que es una mala disculpa para discriminar a las mujeres.
Al año siguiente vuelven a convocarse plazas, esta vez son novecientas, Conchi se entera que hay dos mujeres más que se presentan, Ana Isabel López Lada e Inmaculada Quiroga, eso le da fuerzas y vuelve a intentarlo. Con idéntico resultado. Las tres superan todas las pruebas, pero no son aceptadas…la disculpa, sigue siendo la norma 45 de la OIT. Esta vez, Conchi se enfada y le saltan los resortes combativos mamados desde la infancia decidiendo recurrir la negativa de HUNOSA.
Informa a la entonces directora del Instituto de la Mujer, Carlota Bustelo, destacada luchadora feminista, que intercede y toma partido por ella y las demás mujeres que se han presentado. En la cuenca del Nalón fueron cuatro, que han superado las pruebas y en la cuenca del Caudal, quince. Todas rechazadas.
La empresa, a falta de trabajadores, incluso acepta a hombres que no son aptos y no pasaron las pruebas mientras las niega a ellas el trabajo para el que están preparadas. El enfado se hace mayúsculo porque ya existe en España una Constitución que en su artículo catorce indica claramente que no podrán ser discriminadas las personas por razón de sexo. Hay una contradicción entre la normativa de la OIT y la Constitución española. Conchi se decide a ir a por todas, y emprende un camino legal, largo, tortuoso que durará seis años.
“Muchas personas no entendían mi lucha y deseo por trabajar en una profesión dura y peligrosa, donde la gente perdía la vida”. “En aquel tiempo aún había muchos accidentes… tragedias como la del pozo Santa Bárbara en Turón, o Mosquitera, donde trabajaba mi hermano. En muchos casos obedecía a un proteccionismo erróneo hacia la mujer, fuera del tiempo moderno que vivimos; algunos incluso decían que perdíamos la femineidad por ser mineras”. Confesaba en una entrevista.
El camino es difícil, ella es consciente de que la lucha será larga, pero a la vez, mantiene la determinación de llevarla hasta el final.
“Quisieron comprobar mi fortaleza para abordar este proceso. La presión en la calle y en los medios era fuerte; me advirtieron, pero estaba preparada. Me dio fuerza ver el aplomo de las primeras compañeras que habían entrado de peones en el lavadero Batán entre abucheos y pedradas. La cosa rebajó, y entre compañeros, una vez dentro, nunca hubo problemas, pero tuvimos que repetir muchas veces aquello de que no veníamos a quitar el empleo a nadie, que era un derecho y que solo pedíamos igualdad de oportunidades”.
En 1987, la llaman para un puesto de trabajo exterior…vuelve a aprobar todo…y de nuevo, no la aceptan.
Hay varios fallos judiciales que desestiman la demanda de Conchi, mientras recibe constantes presiones externas, hasta es acusada de pretender quitar el trabajo a los hombres. Conchi, confesaba en una entrevista que el proceso la costó muchas lágrimas y disgustos, pero con la grata colaboración de la abogada Lucía Ruano, llegan hasta el Tribunal Constitucional al que no le queda más remedio que dictar sentencia a favor de las justas demandas de Concepción Rodríguez Valencia, anulando la normativa de la OIT, y declarando con carácter retroactivo el derecho a bajar a la mina de toda mujer que quiera y supere las pruebas debidas. Para entonces, Conchi, ya tiene otro trabajo. El nueve de mayo de 1991 ha conseguido un puesto en las Almacenes Generales de Trabanquín, por lo que no baja al pozo pero su lucha ha conseguido que cualquier mujer pueda hacerlo. De echo son bastantes las que a partir de esa sentencia trabajan como mineras en el fondo de los pozos.
La mina es un trabajo duro, terrible, en el que la muerte sobrevuela de forma constante sobre los que la arrebatan el mineral a la tierra, pero es dura para hombres y mujeres. El derecho a bajar, a partir de la sentencia constitucional, depende únicamente de la voluntad de cada una de las mujeres que quieren hacerse mineras.
Hoy, Conchi, está prejubilada, mantiene una actividad constante informativa sobre el derecho al trabajo digno.
Ha sido considerada una de las cien mujeres más influyentes del siglo XX, por haber conseguido torcer el pulso a las empresas mineras abriendo las puertas de este camino para cualquier mujer.
María Toca Cañedo©
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