Del color del gredal, tibia la tarde,
encalando paredes, que me encuentra,
a veces, sonando, los caireles
de alegres campanas que se mecen
con el aire que sopla y estremece
la zozobra que calma,
encontrando, al fin, sitio y oficio
en el alma surcada de costumbre.
Allí, entre penumbras,
zarahurdas y sonetos
tengo el alma, apresada por la idea
de que sembrar en tierra fértil
es renuente, mientras el sol
abre las fauces y acomete
llenando de calores, el almagre.
La tarde se precipita, lentamente;
llega el ocaso, con él, llega la calma
que somete al fulgor de la mañana
en el tibio lance que fenece y pugna
contra la penuria, su guadaña.
#MariaToca
Santander-25-5-2016. 18,38
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