ELOGIO DEL NEGRO

En el mundo literario ser negro está mal visto, lo mismo que cuando yo llegué a Madrid un periodista que se levantase antes de la hora de comer no podía ser bueno. La Verbena de la Paloma nos avisó de que los tiempos cambian una barbaridad, y hoy a las redacciones de los periódicos por la mañana no sólo van los meritorios. Pero la cuestión del descrédito de los negros sigue vigente como las férreas líneas del Vaticano, venga de donde venga el Papa de turno.
Y sin embargo, ser negro es más difícil que ser premio Nobel. Y más importante. Sin negros no habrían existido muchas de las obras de Shakespeare, o quizás ninguna. O el mismo Lope vería seriamente menguada su cosecha teatral.
En contra de la autoría de Shakespeare juega su escasa formación cultural que contradice el enorme caudal que a través de sus obras le llevó a ser considerado el escritor más importante junto a Dante y Homero. Es verdad que se fue de su pueblo a la ciudad y en ella se ganó la vida como los gorrillas de ahora, abriendo las puertas de los coches para que bajasen los señores. Pero también sabemos que el mundo está lleno de licenciados en filología y hay muy pocos escritores.
Lo que no se puede negar es que muchas de las obras firmadas por Shakespeare fueron reescritas por otros después del incendio del Globe Theatre, y que Enrique VIII se debe más a sus «colaboradores» Fletcher y Donne que la publicaron con la firma de Shakespeare después de que este muriese borracho.
El ronroneo sobre los negros de Shakespeare se nutre de nombres como los ya mencionados, y los de Marlowe, Bacon, Lyly, Munday, o el bohemio conde Edward de Vere. Y hay un nombre a quien todos veneramos que niega a Shakespeare: Walt Whitman.
Sea cual sea la conclusión que cada uno saque al bucear opiniones, la figura del negro sale muy fortalecida. Porque si Romeo y Julieta se debe a un negro, Verona debería pagarle la parte que le corresponde del mucho dinero que ingresa por el peregrinaje a visitar la casa de Julieta, la muchacha que nunca existió.
En cuanto a Lope, mi debilidad, : dicen que escribió 3.000 sonetos, 9 novelas, 9 epopeyas, 3 poemas didácticos, 1.800 comedias. ¿De verdad tuvo tiempo de escribir todo eso con una pluma de ave un vividor como él? Bueno, si hay alguien que haga lo imposible ese es Lope.
Y como esto se está alargando y muchos ya habrán entregado la cuchara, dejo para el final lo que no importa a nadie: yo he sido negro varias veces. El negro más importante que he sido es el negro de un coronel a quien le escribía las arengas que él endosaba a la tropa de alféreces cada mañana. Yo le escribía la arenga, él la leía, decía qué bonito, y luego me iba a tumbar a la bartola del sol hasta cumplir mi pena y volver a casa. Que bastante putas las había pasado ya el prisionero en la nieve de la tortura.
Yo he sido negro, tengo la dignidad del negro, pero lo que nunca he hecho ni haré es firmar lo que otros hayan escrito. Porque eso tiene otro nombre.
Valentín Martín.
Sobre Valentin Martín 71 artículos
Valentín Martín estudió Magisterio y Humanidades en Salamanca y Periodismo en Madrid. Ejerció la enseñanza dos años y el resto vivió de escribir. Ha escrito 25 libros. El número 26 es un poemario llamado Santa Inés para volver (Versos de la memoria), que recoge la historia de sensibilidades de su pueblo. Periodista, escritor y poeta, ha publicado en la última década libros de relatos como La vida recobrada o Avispas y cromosomas; el ensayo Los motivos de Ultraversal y los poemarios Para olvidar los olvidos, Poemario inútil, Los desvanes favoritos, Memoria del hermano amor, Estoy robando aire al viento, Suicidios para Andrea y Mixtura de Andrea. A caballo entre los años 60 y 70, escribió dos poemarios y dos ensayos: Veinte poetas palestinos y El periodismo de Azorín durante la Segunda República, inicio de un largo trabajo dedicado a la literatura. En Lastura ha publicado en diciembre de 2017 el libro de crónicas y relatos Vermut y leche de teta.

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