Quisiera envolver mi cuerpo cada día,
en la suave manta de tu aliento,
encontrar, al despertar, sobre mi almohada
la sonrisa o la lágrima, esbozada
por tu boca, o tu mirada quieta
que se posa en mí sin sobresalto,
como un caminante que sigue paso a paso
sin reparar, apenas en cansancios.
Quisiera reconocerme entre tus manos
cuando, lentas, recorren mi diario;
sentir, soñar, y hasta gritar
en compañía, trenzada de tu mano
y perdernos por el desatino
que horada la piel y la calcina.
Huir del desajuste, del dolor,
como huyen los que escapan,
sin mirar, ni calibrar las consecuencias
de amarte y de seguir la senda, liberada.
Quisiera sembrar tierras;
con mis manos, construir una caverna
donde quepa, mi libertad y tu paciencia.
María Toca
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