Tintineo con las llaves. Te me acercas despacio. Se me cae el alma a los pies y se cruza con la adrenalina que sube hacia el techo. Se me pasan los vapores que pintaban un mundo precioso, y se me olvidan todas las sensaciones que no pasen miedo. Encuentro la llave que no es, y fuerzo y empujo. Toda la chapa tiembla y el eco se junta con los pasos, y aunque el tiempo se detiene, para ti marcha más rápido y para mí más despacio, y no quiero mirar para comprobar que todo lo que pasa por mi mente es y está en lo cierto. Quiero dispersarme por si puedo volverme invisible como todo pensamiento lanzado al azar del aburrimiento. Viajo cortando el mar entre el amasijo de cuerdas de un velero, bailo contigo, o tu repites mis movimientos mientras bailo. Me hago pequeña cuando mamá abre la puerta del cuarto para ver si duermo. Celebro una nota, o un helado, o una brisa. Corro en dirección contraria al viento, cambio monedas y palabras en un país que ahora no recuerdo. Relleno un parte amistoso. Te devuelvo dos insultos, te empaqueto con ellos mis mejores razones. Y siempre, siempre, acabo en esta puerta, intentando abrirla y meterme dentro, y cerrar de golpe, y meterme dentro para que el corazón no se me salga fuera. Y cuando me tengas dentro, a cubierto de ti, seguirá tan encerrada como antes. ¿Qué te parece?
¿Qué te parece que tus pasos estén en todas partes?
Jean Boucicaut
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