Me encantaría, pero de verdad, que me explicaran que es eso de la Patria (observen que lo pongo con mayúscula, por si acaso) Ese sentimiento que nos ciega tanto como para matar por ella. Esa visceralidad que nos lleva a confundir el culo con las temporas. Es decir, que identificamos la tierra con quien y como la gobierna. Que nos lleva a dejar pasar trenes de corrupción, de mal gobierno, de insolidaridad, para hacer fila de a uno frente al hermano, por su defensa. De verdad, me lo expliquen porque carezco de ese sentimiento. Para mí, patria (con minúscula) es el trozo de tierra que me ampara, el que amo por bello o por los recuerdos que se prenden del paisaje. Es la naturaleza, es donde viven los amigos, la familia. Es el descubrimiento de algo nuevo que visito y reconozco como mío, en préstamo de vista y de disfrute. Es un olor, es una música, es un sueño compartido, pero intercambiable por otro igual de bello y de intenso. Mi patria es esa Gran Vía, el Barrio Gótico, las Ramblas, Chueca, La Boquería, el Rastro, el Cantábrico, el Mediterráneo visto desde Cadaqués o desde Dubrovnik, la plaza Jemaa El Fnaa, los Pinares de Liencres, el Zoco de Marraquech, el Kalili, Abu Simbel, la Brasileira, el Barrio Alto, la Alfama, la playa del Puntal, la Plaza de España de Sevilla, el Albaicín, la Mezquita, la Judería de Córdoba, Toledo, el Prado, la playa de Helgueras, el Guggenheim y tanto que me dejo y tanto que lo sería si lo visitara. Todo eso y más.
Les aseguro que nadie mata por esas patrias. Nadie muere por ellas. Tan solo están para ser disfrutadas. También les aseguro que yo, la sin patria, si usted (cualquiera) viniera a tocarme las narices, a decirme cómo vivir o cómo hacer mis cosas, les aseguro muy mucho, que me encabronaría. Si llegaran ustedes (cualquiera) y me quitan algo que yo he colocado en mi tierra con permiso, se lo llevan o lo rompen, les aseguro que les grito, que les tiro con algo de loza vieja. Y si ustedes me impidieran poner de color amarillo una fuente, yo, haría una noche irredenta y pegaría el amarillo hasta hollar el agua que bebemos. Y no por la patria,sino por el simple hecho de que me toquen las narices. Incluso hasta es posible, que yo, la sin patria, la tranquila, colgara una bandera de mi ventana en desagravio de sus desmanes. Y puede (solo puede) que tomara un buen leño y corriera a trompadas a quien osara incordiar mi lugar y mis cosas. Fíjense que es posible que las batallas empiezan así, cuando a la gente tranquila le tocan las narices y se irritan.
María Toca
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