El dique vacío, desnudo, seco, con sus gradas al aire bombea el agua desde el mar llenándose paulatinamente. Cuando su nivel se corresponde con el del mar, su entrada ocupada por un portón sólido y compacto, encajado y sellado es vaciado de agua para hacerlo flotar y así poder apartarlo mediante el impulso de los remolcadores.
Un barco espera atracado entre el dique de Gamazo y Pompeyo, el carpintero de ribera, a la altura del astillero de San Martín.
Una vez expedito el camino, la nave enfila hacia la entrada del dique arrastrada por los remolcadores. Uno muy pequeño, tira de la proa introduciendo el barco en la atarazana.
Por detrás el Azacán trata de mantener derecha la embarcación para que no pegue con ninguno de los lados. Por delante, el diminuto remolcador tira a un lado y otro hasta que aparentemente ya bien colocado el navío, los hombres que esperan a los costados se hacen cargo de las maromas que sujetan reciamente a los noráis correspondientes, siete a cada lado.
El pequeño remolcador desaparece misteriosamente una vez que ha cumplido su labor. Mis ojos me han traicionado. Creí con toda seguridad que quedaría atrapado delante del buque. Pero ha desaparecido. Miro a la derecha, a la izquierda, me asomo. ¿Dónde está? Repentinamente y a toda velocidad, casi le pierdo, le veo salir por detrás del barco a su costado. Ha pasado por la estrecha franja de agua que queda entre el buque y tierra firme. Se ha colado por el lateral del barco y en una maniobra delicadísima ha pasado en una décima de segundo mientras los hombres del otro flanco intentaban que el barco no se desplazase hacía él. Maniobra que no podría realizar ningún otro remolcador que no tuviese este minúsculo tamaño. Solo queda volver a colocar el portón de acero, insuflando el lastre de agua, para que precinte el dique, acoplándose como una puerta a su marco. Las bombas se ponen a funcionar en sentido inverso, quedando el barco varado en seco sobre las gradas.
Fragmentos de “Relatos santanderinos de ayer y hoy”
©Alfonso García Aranzábal
Deja un comentario