Hay un hueco perenne en mi mesa
un hueco que no lo llena nadie,
ni el rocío, pujante, en la mañana
en que abro los ojos a la vida,
ni el aire, que me vuela el pensamiento
cuando de nubes negras, se me puebla.
Ese hueco insondable, como el mundo
no lo cubre la nube del olvido,
ni las palabra vanas, o profundas
con que los demás amparan mi destino.
A veces, solo a veces, lo cubren los vocablos
que vierto, aquí, en el lienzo del poema.
Los dejo caer, saltan apenas,
me brotan, de la profunda oquedad
que hay en mi pecho,
allí donde campaba el amor
y hoy, sufre vacío y barbecho
por el dolor que ampara el no tenerte.
Sintiendo, tal que ahora,
la ausencia en mi morada,
en la orfandad de no sentirte cerca.
Por eso el hueco de mi mesa,
no lo cubre el destino, ni lo apresa,
el tiempo, por más que yo me diluya y me vierta,
en el recuerdo que alimenta
y tú, en tu presencia, tan etérea.
María Toca
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