Teníamos un niño en la familia que no hablaba. Entonces no conocíamos a M Punto Rajoy ni al Sagrado Líder de Corea del Norte, dos señores que han llegado muy lejos sin hablar, como nuestro niño. Por eso, por adelantarse nuestro niño a nacer antes que M Punto Rajoy y el Sagrado Líder de Corea del Norte, nuestra preocupación subió a desasosiego. ¿Qué va a ser de nuestro niño tan mudo en un mundo donde hasta los directores del banco cuando terminan su jornada laboral se convierten en teleoperadores y llaman a los clientes para venderles ollas exprés o abanicos asiáticos?
Una vez que yo volví de un largo viaje a Corea del Norte o un sitio que se le parecía, nuestro niño salió a mi encuentro gritando:
-¡Que ya sé hablar, que ya sé hablar!
Y sin darme tiempo a subirme más la euforia, nuestro niño continuó cagándose en esto y aquello, en este y en aquel, y para terminar, remató:
-¡Y me cago en too lo que se menea!
Hace unos días, antes de venirme yo al paraíso donde el esplendor en la hierba es una costumbre, contraté Internet para mi segunda vivienda, según las instrucciones de Movistar. Yo no quería, pero mi santa que está en todo, dice que si no me doy al vicio no soy nadie.
Y aquí estoy esperando un router que por lo visto le ha llegado al Sagrado Líder de Corea del Norte y no a mí. Recibo mensajes de que yo ya no soy yo ni mi casa es ya mi casa. He llamado cinco veces, cinco ( ruego a los poetas amigos se abstengan) a la operadora y a la empresa distribuidora corrigiendo un error de dirección que cometió el funcionario gestor. Ni por esas.
Lástima que nuestro niño haya crecido tanto que dejó de ser niño.
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Valentín Martín
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