Pudo ser el tiempo, las prisas o las pocas ganas
que ambos teníamos de saber sobre aquello.
Quizá merecías más de lo que una mirada cansada
podía entregarte, aún cuándo había nacimiento en ti.
Y el dolor quedó de manifiesto cuándo ya no quisiste
verme nunca más, cuándo te rompiste y dejaste
de ser cristal, para ser mármol.
Me di cuenta, estabas lejos de mí sin haberme dado cuenta.
Y después de haberse revelado el secreto
rogué porque no muriera el aroma que dejabas.
Yo quise fabricar aquel perfume, sin que estuvieses,
pero aún así te seguía implorando, queriendo engendrar
tu delicada figura de cerámica, pero tú no ibas a entenderlo.
Santander no va a oírme, pero sabe que has derramado
lluvia en aquellas ventanas, sin que yo sea conocedor de ello.
Y sigo preguntándome si en los mares de verde el éter queda
inmóvil, si yo podré verlo.
Veo ahora como vuelves a cobrar forma de nuevo, haciéndote
causa creadora de todo, osada aún cuando debates el caos.
Seamos vida entonces, mujer, y fatiguemos
nuestra memoria hasta que todo se haya decolorado
de tránsito.
Seamos memoria.
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