Da igual tu camino profesional, tu experiencia de largo recorrido, los conocimientos que tengas, los treinta años de feminismo, tus dolores encarnados y los aprendizajes consecuentes, los cientos de lecturas, conversaciones, cursos, el tiempo dedicado a tu trabajo, el bagaje, todas las personas de las que has aprendido, lo que te han narrado y compartido.
Siempre habrá un hombre que te dirá que sabe lo mismo que tú sin tener ni idea, que pontificará de lo que desconoce, que no confiará en tu palabra y saberes y que se colocará por encima. Por encima per se.
Toda mi lucha va dirigida, desde que me recuerdo en la infancia y hasta ahora, a saltarme la máxima invisible o directa y clara de «ocupa el lugar que te corresponde» y no horizontalices.
Mucho menos hables desde un lugar de seguridad y potencia.
Ocupa tu sitio simbólico y no cuestiones.
Toda la vida entera.
Como si las personas no fuéramos iguales. Como si la dignidad humana tuviera grados. Como si el patriarcado no se hiciera carne cada día.
Sé que no sirve de nada lanzar esta diatriba, estoy dolorosamente segura. Pero si mi voz tuviera algún eco sería para decir:
Señores. Cállense de una vez y escuchen.
El legítimo sufrimiento humano no es opresión de género.
Aprender de las mujeres y ver el hecho de vuestra sobrestimación constante es una urgencia.
Y dejad de denominaros igualitarios, más feministas que nosotras, por favor.
Siempre más.
Con menos, siempre más rédito, espacio y poder.
¿Qué te pasa a ti con esto? Preguntarán algunos. ¿Qué te ocurre con los hombres? Dirán.
Nada. Lo que nombro no es un hecho individual, no me pasa a mí como persona y mujer atomizada.
Es una cuestión política y social, contextual e histórica que tenemos que atravesar solas. Y desde la queja sin acción porque nos jugamos mucho.
Ese es el problema. Que se nos hace creer que nuestro malestar es propio y único.
Y es falso.
Somos media humanidad.
Buen día, otro día.
María Sabroso.
Obra de autoría desconocida.
Y tanto pero voy a romper una lanza por esos hombres que intentan reprogramar su educación patriarcal, y educan a sus hijos en los mismos valores que a sus hijas, así es posible que algún día alcancemos la igualdad