Había dos clases de esclavos: el negro doméstico y el negro del campo. Los negros domésticos vivían en la casa del amo, vestían bastante bien, comían bien porque comían de su comida. las sobras que él dejaba. Vivían en el sótano o en el desván, pero vivían cerca del amo y querían al amo más de lo que el amo se quería a sí mismo. Daban la vida por salvar la casa del amo, y más prestos que el propio amo. Si el amo decía. “Buena casa la nuestra “, el negro doméstico decía: “Sí, buena casa la nuestra”. Cada vez que el amo decía “nosotros “, él decía “nosotros “. Así puedes identificar al negro doméstico.
Si la casa del amo se incendiaba, el negro doméstico luchaba con más denuedo que el propio amo por apagar el fuego. Si el amo se enfermaba, el negro doméstico le decía: “¿Qué pasa, amo? ¿Estamos enfermos?” ¡Estamos enfermos! Se identificaba con el amo más de lo que el propio amo se identificaba consigo mismo. Y si tú le decías al negro doméstico: “Vamos a escaparnos “, el negro doméstico te miraba y te decía: “Hombre, estás loco, ¿ qué es eso de separarnos (del blanco)?, ¿ dónde hay mejor casa que ésta?, dónde voy a encontrar mejor ropa que ésta?, ¿dónde puedo comer mejor comida que ésta?” Ese era el negro doméstico.
En aquellos tiempos lo llamaban “nigger doméstico”. Y así los llamamos ahora, porque todavía tenemos unos cuantos niggers domésticos por ahí.
Este negro doméstico moderno quiere a su amo. Quiere vivir cerca de él. Está dispuesto a pagar tres veces el precio verdadero de una casa con tal de vivir cerca de su amo. Para luego alardear. “Yo soy el único negro aquí. Soy el único en mi trabajo. Soy el único en esta escuela “, ¡No eres más que un negro doméstico! Y si viene alguien ahora mismo y te dice. “Vamos a separarnos “, le dices lo mismo que decía el negro doméstico en la plantación: “, Qué es eso de separarnos “¿De Estados Unidos, de este hombre blanco tan bueno?, ¿dónde vas a conseguir mejor trabajo que el de aquí?” Eso es lo que dices, ¿ no es cierto? “No dejé nada en África “, eso es lo que dices. ¡Sí, dejaste los sesos en África, hombre!
Malcom X
Esto no es Bambi (Mclein y Parker) es una novela completa. Novela plena donde se construye una historia personal y social a través de unos personajes que relatan de forma subjetiva una historia que se teje con varias voces. Creo que esta forma de organizar la historia es un hallazgo que nos hace ver la misma desde diferentes ángulos sin perder el hilo ni la continuidad. .
Con esta técnica narrativa , Pérez Vega, nos acaba mostrando, como si fuera un puzle perfecto, la triste historia de un tiempo que rompe las costuras de la decencia y la cordura a cualquier ser humano sensible y mínimamente empático.
De una forma sencilla como hacen los grandes tejedores de historias (recuerden que llamaron garbancero al insigne Galdós) David Pérez Vega nos toma de la mano para mostrarnos las tripas de unos “privilegiados” cachorros/as escogidos entre las élites de varios países para coser los girones de un capitalismo atroz donde da igual veinte, treinta o cuarenta horas de trabajo extenuante para llegar a una meta cada vez más lejana. Conseguir subir el escalafón de
“La Firma” por lo que se sacrifica salud, familia y cordura.
El sueño de alguno de ellos es simplemente disfrutar de una mañana de sábado libre para ¡jugar a la play! No para estar con la familia, pasear por el campo, leer…no, solo unas horas para jugar con la play. El ideal de los cachorros es medrar, ganar tanto dinero para comprar poder, sobrevolar la visión de una ciudad que se tiende a sus pies desde los mastodontes de Castellana y Gran Vía. Ver la ciudad a sus pies, inaccesible, poblada de pobres imbéciles que como los Epsilon de Tecnópolis, caminan el suelo urbano mientras ellos, los privilegiados, se sienten Alfas al socaire del poder.
Mientras tanto contemplamos a través de los personajes que el capitalismo los devora como Polifemo hambriento. Son víctimas y verdugos carroñeros del que muestra debilidad, empatía, propensión a aprender sin extorsiones. Ellos, los elegidos, después de pasar por las universidades privadas más elitistas del país, hacer másteres incontables y pasar un proceso de selección cruel donde sobrevive, no el más capaz o inteligente ( estos son devorados los primeros, hacen sombra, cuestionan, no convienen al sistema) sino el que es más capaz de ajustarse los grilletes ad honorem de “La Firma” o “La Secta” como la nombra el que es condenado por ellos mismos y expulsado, al fin, del privilegio de ser esclavo feliz. Esclavo de casa, como los nombra Malcom.
Uno de ellos (voz del autor) se convierte en el paria que no encaja porque no ve el placer de mirar desde arriba, no tiene el orgullo de ser un “Guillermito” que contempla el mundo desde los últimos pisos de la torre Picasso o desde la “ardiente”del edificio Windsor. Son los de abajo los que beben y bailan; macarras de Móstoles, Leganés o el sur de ese Madrid que desconocen y desprecian, que invaden el centro en el fin de semana y este pobre “Guillermito” , el único que no está domado, no es capaz de ver en ellos a los pequeños y despreciables mortales. Quizá porque es uno de ellos.
Pocos libros nos demuestran la realidad de una sociedad enferma que se autodevora como, Esto no es bambi. Realiza la radiografía de un capitalismo que se fagocita a si mismo pero no desaparece porque siempre encuentra víctimas capaces de convertirse en esclavos agradecidos desde las mismas tripas del monstruo capitalista.
Lean esta novela, no solo porque está bien escrita, estructurada, contada con precisión, porque no aburre ni decae a pesar de un lenguaje de tecnicismos económicos que entendemos a la perfección, por el hallazgo de esa Martita y sus dichos que les dejarán sorprendidos (ay, ese momento Somalia…o las toallitas de lavender) . Lean Esto no es bambi, aunque solo sea para entender al mundo en que vivimos. Y al ser humano.
Créeme, querido David, nunca volveré a contemplar a los trajeados cachorros de las citys con los mismos ojos, después de leerte. Sentiré algo parecido a la piedad al contemplar a esos pobres niños/as pijas que pululan ciegos por las empedradas calles del capitalismo y cada vez que agarre la barra del metro,sonreiré pensando en Martita y su toallita de lavender .
Pobres esclavos agradecidos. Pobres.
María Toca Cañedo©
Me lo apunto para comprarlo … Gracias María.
No te arrepentirás Rosa María…