Recomendaría a toda persona que esté pensando comenzar una vida en común con divorciado/a e hijos, que antes de comprometerse a nada, vieran la serie Familia Unida de Neflix. Es altamente posible, que suspendan de forma indefinida en compromiso, disuelvan la relación y partan a un lejano lugar donde no existan tentaciones de formar una familia con adyacentes extraños. Tal es el agobio que tendrán al comprobar los mil y un escollos que supone el equilibrio de mantener relación con hijos propios, hijos ajenos, ex propios, ex parejas ajenas, familias políticas…
Si la consecución de una familia tradicional tiene serios inconvenientes que se agravan con la convivencia, el mantener estrecha relación con los hijos de tu pareja, su ex, la problemática que acarrea una anterior relación con los flecos que deja, se convierte en irrespirable.
Los guionistas de la serie la nombran tragicómica, y la verdad bajo mi mi percepción es que tiene mucho de trágica y poco de cómica como no sean las situaciones extremas que el tamaño familiar y las circunstancias vitales conducen a los protagonistas hasta la exasperación. Con las diferencias culturales entre ambas familias, la de Lisa, disfuncional, caótica, denominada en alguna ocasión por ellos mismos «basura blanca» y la de Patrick, exquisita, culta, ordenada…
No se piensen que con ello quiero decir que la serie no es buena. Al contrario, si me manifiesto de esta forma, es porque resulta creíble, porque nos identificamos con alguno o varios personajes, odiamos a otros, y ninguno nos resulta indiferente. Creo que es virtud esencial en una serie el que aún llevando al paroxismo las diferencias nos resulta creíble e identificable.
La relación formada por Lisa y Patrick tiene un componente sexual alto. Tan alto que pensamos es lo que les salva de los sucesivos naufragios que presenciamos pensando que ya… que será el final de la relación. Casi hacemos votos para que dos personas tan distintas y distantes en lo personal dejen de torturarse por ver el mundo de forma tan diferente y emprendan vidas por separado.
Lo curioso es que observamos que sus anteriores parejas «pegaban» mucho más. Patrick y Katjia, Lisa y Martin son seres similares nacidos para estar unidos. Pues no. El amor los deja abandonados al poco tiempo de sus matrimonios emprendiendo vidas y relaciones que nada tienen que ver con ellos. En la pareja principal vemos a un Patrick metódico, ordenado, profesor -ejerce con un tono de docencia, incluso en casa- desesperarse por la caótica y permisiva Lisa que pasa por alto cualquier disciplina en aras de la armonía hogareña y el buen vivir. Da igual que su niño, Eddie sea un salvaje tierno y malhablado, incluso acosador del pobre Willian -hijo modelo, de Patrick-
Lisa no se inmuta por nada manteniendo su hogar, las finanzas incluso la vida personal entre el caos y la mentira.
Al resto de las parejas les ocurre lo mismo. No «pegan» ni con cola. Se mantienen unidas a trancas y barrancas ayudados por otra pareja de terapeutas tan disconforme con ellos mismos como sus pacientes. Lo cual nos desazona un poco y nos confirma que el ser humano no es un animal «amoroso» o «emparejable» quizá sexual, sí. Someternos a la tortura de soportar gente tan diferente a nosotros por algo conocido como «amor» se nos antoja tarea hercúlea a la vez que inútil debido a los pocos momentos de felicidad y calma que disfrutan las disfuncionales parejas.
La serie es totalmente recomendable, con un elenco de actores y actrices, incluidos los niños, absolutamente deliciosos que nos hacen mirar con gusto hacia países desconocidos en lo que a series se refiere, como lo es Suecia. Es interesante comprobar que a pesar de las diferencias sociales -a favor de los suecos, les aseguro- hay cosas que tenemos en común. Son tres temporadas de momento, aunque parece que no hay intención de hacer más. Muy gustosas de ver…aunque poco recomendables si buscan pareja. Avisados/as quedan.
María Toca.
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