Hay muchas cosas que no le perdonaré a la derecha española, algunas, seguramente, por mi incapacidad para entender sus planteamientos, otras, por mi falta de empatía; muchas, porque, si la Historia no se las perdona, quién soy yo para contradecirla.
Pero, hay una que, además, me molesta en lo más profundo: su enorme grosería. La derecha española es básicamente grosera, de inteligencia esquiva y trazo grueso, vulgar y cateta hasta la extenuación. Pues, allá ella, podrán responderme ustedes, a ti que más te da.
Pues miren ustedes, sí me da, porque me gustaría disfrutar de una derecha en España que me hiciera pensar, enfrentarme a mis contradicciones, sacarme los interrogantes, las dudas, que como humano albergo a flor de piel, que me hiciera hilar fino… En resumidas cuentas, crecer.
Nada de esto, con ella sólo cabe la brocha gorda, lo obviedad, la injusticia evidente, la corrupción nítida, la mentira hecha mentira…. El cinismo del tonto-listo. Es el cuadro en blanco de una exposición de pintura barroca, no hay nada que interpretar, porque no hay nada que leer. La derecha española niega el «pienso luego existo», y nos demuestra día tras día que «pensar«, leer entre líneas, ver más allá de la literalidad de los textos y las palabras no es ni necesario, ni aconsejable para existir. La mucha letra embrutece sobre todo cuando escapa del absolutismo de la verdad absoluta. «Una manzana es una manzana, una vaso es un vaso» «Madrid es España«… Y cuando intentan salir de estas insultantes tautologías, ocurre lo que que le ocurrió a Cospedal, explicando el contrato de Bárcenas ¿se acuerdan? No pueden, están incapacitados tradicionalmente para escapar de su grosería. Es su gen.
La derecha española roba porque piensa que es un derecho y un deber, miente porque cree «a pies juntillas» que esa es la verdad, la suya, degrada los conceptos encarcelándolos detrás de un sólo sentido, condena las palabras a la monosemia, y al que intenta enriquecerlas, relativizar, matizar… lo excomulga. Lagarto, lagarto.
Abascal, Casado, Espinosa de los Monteros, Egea, Olona, Ayuso… son deformaciones, no por lo que son, sino por lo que dicen y por lo que hacen y a mí, me sigue molestando mucho que, cuando los leo, cuando los escucho, tenga la impresión de no haber salido del pensamiento infantil… De que el mal, no debería ser tan zafio, tan plano, de que el lobo feroz debiera tener alguna coartada, un lado desconocido…
Por ponerles un ejemplo, reparen en la entrevista de Motos a Ayuso. La manipulación fue tan grosera que podría valer para un taller sobre manipulación informativa de 1º de la ESO, pero, por favor, y tercero y cuarto, y el bachillerato y la universidad ¿no existen? ¿Tendremos que recurrir a medios extranjeros para formar al alumnado superior en desinformación? ¿Acaso piensan que la sociedad española, mayoritariamente, no ha superado el primero de secundaria? ¡Por dios! ¿Será verdad?
Lo más trágico de todo, lo más doloroso, es que así, tal cual, les va bien y uno cree comprender en toda su extensión el dolor de Max Estrella y el realismo que ofrece la imagen de un espejo cóncavo cuando es España la que está al otro lado.
Juan Jurado.
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