Escribir sobre Hannah Arent es enfrentarse a los propios demonios, introducirse en su obra, supone desentrañar, cual autopsia, la naturaleza humana en sus más viles condicionantes. Ella, su obra y su propia vida fueron un constante cuestionamiento filosófico y ético sobre la vida y el ser humano.
Nació el 14 de Octubre de 1906 en Linden Limet Alemania. Muere su padre de sífilis y es educada por su madre en un ambiente libre y culto. Jamás tuvo pertenencia a la comunidad judía pero sí se consideró integrada en la raza judía y durante tiempo colaboró con el sionismo de forma activa. Pronto comienza sus estudios sobre filosofía y ya antes de los catorce años conoce a Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, Heidegger y Jaspers, a los cuales ha leído. Entra en la Universidad, examinándose por libre. Uno de sus profesores es Martin Heidegger, con el que entabla una relación. Él es padre de familia, y diecisiete años mayor que ella, pronto la situación se le hace insostenible y Hannah marcha a otra Universidad para eludir la relación con Heidegger. Se doctoró bajo la tutoría de Jaspers, con el que mantiene una amistad toda la vida.
Su primer libro, es la tesis doctoral que presentan: Concepto del amor en San Agustín: ensayo de una interpretación filosófica. Llegan las críticas por hacer de la figura de San Agustín un mero filósofo y no tratarlo como padre de la iglesia. Arent, se decanta por la importancia de nacimiento del individuo, para él, y para la colectividad, frente a Heidegger que opina que la vida es tan solo un camino hacia la muerte.
Fue crítica con la democracia representativa. Propugna una representativa o sistema de consejo, incluso propugna una democracia directa.
Continúa sus estudios sobre las diversas religiones y teorías políticas. Ella no se considera filosofa, sino teórica política.
Marcha a Berlín donde se reencuentra con el filosofo Günter Anders con quien se casa. Comienza a interesarse por la política, lee a Marx y a Trosky. Estudia la condición judía y al concepto de “paria” de Max Weber, al que contrapone el de “parvenu”. Al tiempo toma conciencia del menosprecio a la mujer aunque mantiene una cierta distancia con el movimiento feminista.
Su marido marcha a Paris, se acerca al comunismo, lo cual marca distancia con ella que está colaborando con el sionismo en los primeros años de la ascensión nazi al poder. Incluso ofrece protección a judíos perseguidos. Es encarcelada. De entonces es su frase: “si te atacan como a judía, debes responder como judía”
Propugna una lucha activa contra el régimen nazi, lo cual la enfrenta a numerosos intelectuales que mantienen una relación conciliadora y cobarde con el partido Nacional Socialista (NSDAP) Muestra su repugnancia hacia esos eruditos gregarios y oportunistas. Incluso rompe su amistad con Heidegger ya que éste se afilia al NASDP. Fue muy combativa con el silencio intelectual hacia el desastre que ella supo intuir.
En 1933 emigra a Francia. Colabora con el sionismo. La relación con su marido está rota, y se divorcia en 1937, casándose con Heinrich Blücler, ex comunista, que mantiene oposición hacia el stalinismo. Es época de la Francia ocupada, y ella es considerada extranjera enemiga y confinada en un campo de refugiados del que escapa, consiguiendo gracias a una organización del periodista Varian Fry, un salvoconducto para Lisboa y sale para EEUU, junto con su marido y su madre.
Conoce a Walter Benjamin con el que mantiene una gran amistad, consiguiendo editar su obra con prólogo y anotaciones suyas en 1969.
Sus primeros años en New York, son difíciles, convirtiéndose en el sostén de la familia con trabajos precarios, hasta que su marido consigue un puesto de profesor de filosofía en 1951.
En 1949 ha vuelto a Alemania, donde se reencuentra con Jaspers y Heidegger. Le sorprende la pasividad de los alemanes con el dolor producido por la historia reciente, de la que ellos han sido colaboradores necesarios. Analiza como eluden la responsabilidad histórica y culpan a todos, como forma de no enfrentarse a unos hechos terribles. Viaja por Europa e Israel y a partir de ese momento lo hace cada año.
Escribe un artículo donde propugna la convivencia entre árabes y judíos: Paz o armisticio. Otra vuelta de tuerca sobre el cuestionamiento de su identidad, que la granjea mucha critica. ¿Cómo es posible que una judía que ha sufrido y colaborado con el sionismo no ofrezca apoyo sin fisura al estado de Israel? Le conminan sus compatriotas. Ella entiende que solo una patria binacional, que comparta territorio y respeto entre ambas comunidades, tiene sentido.
Llega el juicio a Adolf Eichman, y ella es destacada como corresponsal asistiendo como oyente a todos los días de la vista. Se forma el criterio de la banalización del mal, frente a lo que se considera conductas malvadas intrínsecas. Arendt insinuó que Eichmann era un hombre como tantos, un disciplinado, aplicado y ambicioso burócrata: no un Satanás, sino una persona “terriblemente y temiblemente normal”; un producto de su tiempo y del régimen que le tocó vivir.
A su vez, constata la “complicidad” del Consejo Judío de los campos. Ella misma comenta que los condenados, ven pocos alemanes en su camino hacia la muerte, dejando la responsabilidad en el consabido Consejo. Dice en alguna ocasión: “Este papel de los dirigentes judíos en la destrucción de su propio pueblo es para los judíos sin duda el capítulo más oscuro en toda su oscura historia” Lo que dio aún más motivos de indignación fue la crítica que Arendt dispensó a los líderes de algunas asociaciones judías. Según las investigaciones de la filósofa, habrían muerto considerablemente menos judíos en la guerra si no fuera por la pusilanimidad de los encargados de dichas asociaciones que, para salvar su propia piel, entregaron a los nazis inventarios de sus congregaciones y colaboraron de esta forma en la deportación masiva. El tercer motivo de reproches fueron las dudas que la filósofa planteó acerca de la legalidad jurídica de Israel a la hora de juzgar a Eichmann.
De nuevo las críticas arrecian contra ella, por esta constatación. Escribe el libro : Eichman en Jerusalem, que reitera la banalización de ese mal y demuestra que fue un tipo normal, mediocre, que creyó estar escribiendo la historia a base de barbarie.
Siempre controvertida y critica con lo que no encaja en su concepto ético de la vida, mantiene una dura crítica, cuando en diciembre de 1948 el antiguo dirigente de la organización terrorista antibritánica Irgún, Menájem Beguin, llegó a Nueva York con el objetivo de conseguir donaciones para su nuevo partido Herut, veintiséis intelectuales, entre los que se contaban varios de origen judío, escribieron una dura carta abierta que se publicó el 4 de diciembre de 1948 en el New York Times. Entre los firmantes se encontraban, además de Hannah Arendt, entre otros, Isidore Abramowitz, Albert Einstein, Sidney Hook y Stefan Wolpe. En la carta advertían claramente contra este partido que consideraban de «extrema derecha» y «racista».
Años después, condena con igual virulencia la persecución que en EEUU, se hace sobre cualquier ideología izquierdista y se muestra muy critica con el maccarthysmo.
Ya a mediados de la década de 1950, Arendt había realizado una solicitud de cobro de daños y perjuicios al Estado alemán (Deutsche Wiedergutmachungspolitik) por las injusticias sufridas bajo el régimen nazi, solicitud que fue rechazada en diversas ocasiones. Karl Jaspers escribió una carta asegurando que la obra sobre Rahel Varnhagen, en su versión de 1933, era un trabajo posdoctoral finalizado con éxito, que le hubiese permitido la docencia en una universidad alemana, y que no pudo ser presentada a causa de la subida al poder del régimen nazi. No fue hasta 1972 que Arendt consiguió una cifra importante del Gobierno Federal alemán. Su caso se convirtió en un precedente, de forma que otros se beneficiaron posteriormente de sus largos pleitos.
También criticó con aspereza las condenas leves y la pasividad que mantienen las autoridades democráticas hacia los crímenes nazis. Dejamos de nuevo que afloren sus palabras: “Una mala señal son las condenas increíblemente leves que emiten los tribunales. Creo que por 6500 judíos asesinados con gas se consiguen 3 años y 6 meses, o así […] Esta llamada república es realmente «como antes» (wie gehabt). Y tampoco el desarrollo económico ayudará a largo plazo a superar esta situación política.”
Hace pocos años Margarethe von Trotta hizo una película sobre el juicio de Eichman y la visión de Arent sobre el mismo, que reabrió la polémica y la controversia que siempre ha seguido a esta singular mujer.
Murió el cuatro de Diciembre de 1975.
https://www.youtube.com/watch?v=cBJMS0G6Vrg
https://www.youtube.com/watch?v=Y5HdP52z5xE&t=10s
https://www.youtube.com/watch?v=p9dmyXdnyhk
https://www.youtube.com/watch?v=zVu0sMt0FrQ
María Toca
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