Tarde invernal, constipado griposo que impide otros menesteres y el consejo escuchado no hace mucho de la calidad de esta película: Historia de un matrimonio. Se confabularon varios motivos para que la tarde festiva fuera de manta y cine. En casa, claro porque la emite Neflix como un regalo inesperado.
Desde el principio se percibe la soledad, la distancia entre los cónyuges que deciden separarse sin mayores motivos, parece. La distancia es mayor que el motivo, parece. Como en las buenas películas, que esta lo es y mucho, conforme avanza el metraje interiorizamos el destrozo físico y moral que toda ruptura supone. Cualquier ruptura, no solo la amorosa. Lo que comienza como divergencia común, que apenas se nombra, va convirtiéndose en sima que desgarra, en profundo socavón que que produce terror atravesar. Cada una de las partes de la pareja en una trinchera, pertrechados de artillería y fuego cruzado. Se diría que es imposible en dos personas que se han amado profundamente un encarnizamiento tan obsceno. Pero lo es y todos/as lo sabemos.
No es que la película abunde en el melodrama, como su antecesora y mucho nos tememos con quien se la va a comparar, Kramer contra Kramer, que no, al contrario, Historias de un matrimonio discurre como una sinfonía de desencuentros, de sutiles peripecias de ego, egoísmos, incluso desatenciones que no labran un drama por si solas pero en conjunto abrasan el amor que se profesaron los protagonistas hasta el desencuentro. Aquí no hay el trazo grueso del melodrama de la película de Benton, en Historias de un matrimonio todo discurre con la suavidad de los dramas intensos que no por no verse son menos profundos.
Hay una escena en el metro que sobrecoge porque define la distancia de la pareja. Van casi solos, separados, distantes, no cruzan palabra, se diría que fueran extraños. Y lo son. Con un enorme bloque de hielo donde antes hubo piel, besos y pasión.
Hemos pasado todas por ese trance. Con divorcio, rupturas amorosas, de amistades, o cualquier otra relación humana. Nos identificamos con ambos cónyuges porque no hay culpables, la película lo deja claro, es una ruptura sin dramas, sin mayores traiciones más que un simple y anecdótica infidelidad. Es la sima lo que duele, es el desgarro de las fibras tejidas durante el tiempo que dura el amor y la consecuencia: el pequeño hijo que trastea entre ambos. Convirtiéndose, a su pesar, en el fin de la batalla legal que inexorablemente emprenden ambos miembros de la pareja.
La película de Noah Baunmbach, es redonda, con una interpretación de ambos protagonistas impoluta. Los primeros planos de las caras limpias de artificio tanto de Scarlett Johansson como de Adam Driver impresionan por la autenticidad que desprenden. Les supura verdad y dolor esa piel que nos muestran descarnada en la pantalla. Mención especial merece Laura Dern, secundaria de lujo que me cautivó hace muchos años en Corazón Salvaje con el personaje inolvidable de Lula contrapuesto al loco y romántico Saylor . Hoy ha crecido en empaque haciendo un discurso memorable sobre el prototipo de la Virgen y su influencia en la maternidad, a la vez que nos desvela las diferencias entre los roles, padre/madre y su distancia de trato legal y social.
“Te voy a parar ahí. La gente no tolera a las madres que beben y le dicen a su hijo ‘cabroncete’. Lo entiendo, yo soy igual. Un padre imperfecto es aceptable. El concepto de buen padre solo se inventó hace unos 30 años. Antes era normal que los padres fuesen callados, ausentes, poco fiables y egoístas. Claro que queremos que no sean así, pero en el fondo los aceptamos. Nos gustan por sus imperfecciones, pero la gente no tolera eso mismo en las madres. Es inaceptable a nivel estructural y espiritual. Porque la base de nuestra patraña judeocristiana es María, la madre de Jesús, que es perfecta. Es una virgen que da a luz, apoya incondicionalmente a su hijo y sostiene su cadáver al morir. El padre no aparece. Ni para echar un polvo. Dios está en el cielo. Dios es el padre y Dios no se presentó. Tú tienes que ser perfecta, pero Charlie puede ser un puto desastre. A ti siempre te pondrán el listón más alto. Es una jodienda pero es lo que hay”.
Ahí, en ese alegato, tienen ustedes un compendio feminista de primera magnitud. Arquetipos, costumbres, normas no dichas ni escritas pero horadadas en la piel de toda mujer. Ahí está mucho de lo que nos duele, en ese magnífico discurso que hace la abogada interpretada por la Dern.
La película marca a la perfección la distancia insalvable de dos formas de vida, de dos interpretaciones de la vida que se dan en un solo país, EEUU, con la contraposición de la vida neoyorkina y la de Los Ángeles, dos formas de concebir lo cotidiano y el trabajo de interpretación. Será la disculpa de la sima que separa a la pareja pero no la única.
Es una película delicadamente humana, desgraciadamente real y vivible por cualquiera. Es posible que si fuera supervisada antes de comenzar una vida en pareja, echara para atrás a algunos amantes . Una gran y sencilla película realizada con sentimientos y verdad.
María Toca
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