Hay gente que se pregunta cómo puede gustarme tanto mi trabajo. Hace tiempo que no intento convencer a nadie de la magia que puede producirse en una clase si una está atenta. Cada curso entro en el aula por primera vez, me encuentro con las caras de mis compañeros de viaje, al principio medio ocultas por un flequillo, herméticas. Hay mucha pose ese primer día, mucho miedo por parte de todos, muchos nervios. Los adolescentes son criaturas herméticas de puro vulnerables, tardan en acercarse, en mostrarse del todo.
Yo recuerdo que también me pasaba, que esa edad es la era de la necesidad de afecto y distancia, al mismo tiempo. Necesitas desesperadamente que te quieran y te dejen en paz, gustar. Se viven tantas cosas por primera vez, se abren los ojos a tantas experiencias que es imposible no sentirse un columpio movido por el viento.
Cada año vivo la maravilla de participar en un proceso que a mí siempre me parecerá único. Veo crecer a gente. Veo a gente que se emociona de verdad con cosas sencillas, veo sus ojos llenos de sueño, su curiosidad, su entusiasmo, sus ganas de formar parte de un grupo y de ser únicos. Leo en sus caras el miedo que les produce ser gordos, bajos o feos. La pasión con la que aman a un cantante o a su perro. Me gusta ver cómo cada vez son más altos sin dejar de ser muy pequeños, muy indefensos. Y me espanta que alguien se haya creído con el derecho de acabar con ese pequeño milagro individual, intocable, que es ir convirtiéndose en adulto, salir del niño y al mismo tiempo guardarlo para siempre en alguna parte de tu interior. Que los hayan castigado con el horror que no olvidarán nunca, que de un empujón los hayan lanzado al abismo, arrancándoles de cuajo la inocente sensación de que a esa edad eres inmortal y no puede ocurrirte nada malo en un concierto, con tu padre esperando afuera para llevarte a casa. No han podido respetar ni siquiera a los que no han tenido tiempo de hacer daño a nadie. Tiene que haber un infierno distinto, el peor de todos, el más doloroso, para ellos.
#Patricia Esteban Erles
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