Angela Isadora Duncan nació el 27 de Mayo de 1877 en San Francisco, California. Hija de un matrimonio desunido, el padre abandona a la familia cuando Isadora solo contaba tres años siendo criada por su madre. Isadora es una niña retraída y tímida que ama desde muy pronto el baile. La música fue su refugio más recurrente…junto con el mar, del que copia la cadencia de sus movimientos , imitando las olas en su intuitiva danza. Pronto abandona el colegio, con solo once años, quizá aburrida por la enseñanza reglada, ella que era todo sueño y fantasía de libertad.
A los 17 años marcha a Nueva York, acompañada de su familia, con la idea de formarse como bailarina. Trabajó en la Gran Manzana en la compañía de Agustín Daly, a quien sugiere realizar un baile más fresco sin las prescripciones del método. Aboga por un baile intuitivo, emocional, que refleje lo sugerido por poemas, o textos motivantes para ser mostrados en la plasticidad de un cuerpo moviéndose libremente. Conectándose directamente con el cosmos.
A Daly las innovaciones de Duncan no le convencen e intenta obligarla al academicismo del ballet. Isadora no es feliz realizando el trabajo bajo las normas rígidas de Daly . Se siente encorsetada en las pautas que le imponen y pronto abandona ese trabajo. Vuelve a marchar, esta vez se dirige junto a su familia, a Londres donde llega pensando desde el primer momento que el viejo continente es su sitio. Confiesa que se siente europea y feliz de vivir en una ciudad a su medida. Descubre en el Museo Británico lo que marcaría de forma indeleble su trabajo posterior: las formas del movimiento corporal en las vasijas griegas. El arte griego en general la deslumbra y la convierte en la bailarina que fue …
Queda subyugada pasando tiempo estudiando las figuras, plasmando en su interior la cadencia de los movimientos que reflejan la obra griega del cuerpo humano.
Durante un tiempo se dedica a estudiar de forma compulsiva todo lo relacionado con Grecia, a la vez que explora en su interior emociones que plasma en la danza. Baila cubierta con una tela, al ejemplo de las mujeres griegas, desnuda, sin ataduras, sin normas, como un ser alado que conecta con la naturaleza para hacer arte con su cuerpo. Lecturas, ensayos sin fin la conforman en la artista inigualable en que se convierte.
Recibe tres grandes influencias, principalmente. Las esculturas de Rodin, Antoine Boudelle y sobre todo de Sandro Botticeli, fueron sus maestros de arte.
Triunfa con su forma de bailar. Sola, en un escenario vacío, con su vestimenta alada y blanca, moviéndose al compás de lo que le sugiere la música y los textos elegidos. Es libertad, es pura y genuina emoción. Conecta de forma mágica con el público, que la adora y la sigue en sus evoluciones de forma hipnótica.
Siguiendo las pautas de la antigua Grecia y utilizando modernos juegos de luces que realzan sus movimientos en un escenario vacío, realiza varias actuaciones en Londres, donde logró un éxito clamoroso.
Un crítico dice de su arte : «En esta época actual de elaboración y artificialidad, el arte de la señorita Duncan es como un soplo de aire puro procedente de la parte más alta de una montaña poblada de pinos, refrescante como el ozono, bello y verdadero como el cielo azul, natural y genuino. Es una imagen de belleza, alegría y abandono, tal como debió ser cuando el mundo era joven y hombres y mujeres bailaban al sol movidos por la simple felicidad de existir.»
Comienza el mito de Isadora Duncan. Viaja de forma incansable por los teatros del mundo, cosechando éxitos. En 1902 llega a la soñada Grecia, cumpliendo un sueño acariciado durante años. Con sus ganancias intenta construir un templo dedicado a la danza, al ejemplo de los antiguos que están en ruinas. No es posible debido al enorme gasto que supone el proyecto y debe abandonar ese sueño después de invertir mucho dinero en el mismo.
Era una mujer bella, magnética, nadie se sentía indiferente ante ella. Muchos hombres se sienten irremisiblemente atraídos por Isadora, tanto que comienza a tejerse la leyenda que la rodea. Tiene innumerables amantes, hombres de diferentes condiciones caen a sus pies. Ella siente amor absoluto por la libertad, no desea ataduras con nadie y sigue bailando tejiendo la leyenda de mujer libre que es .
Realiza un primer viaje a San Petersburgo donde conoce a Anna Pavlova. Asiste durante unas horas al ensayo de la bailarina, entusiasmada por su arte, tan diferente al suyo. En esa jornada a la Pavlova solo la acompaña al piano el maestro Petipa.
Lo cuenta en su autobiografía de esta manera: “Encon
tré a Pavlova de pie con su vestido de tul practicando en labarra, sometiéndose a la gimnasia más rigurosa, mientras que un viejo caballero con un violín marcaba el tiempo y la exhortaba a realizar mayores esfuerzos; era el legendario maestro Petipa. Me senté y durante tres horas observé tensa y perpleja los sorprendentes ejercicios de Pavlova, que parecía ser de acero elástico. Su hermoso rostro adoptó las líneas severas del mártir. No paró ni un solo instante. Todo su entrenamiento parecía estar destinado a separar por completo la mente de los movimientos gimnásticos del cuerpo. La mente debía alejarse de esa rigurosa disciplina muscular. Esto era justamente todo lo contrario de las teorías sobre las que yo había fundado mi escuela un año antes. Lo que yo pretendía es que mente y espíritu fuesen los motores del cuerpo y lo elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz”
Isadora entiende el baile como un sacerdocio, en plena conciencia de la trasmisión de la propia naturaleza a su cuerpo para ser traducido en arte puro. Sin interferencias de academicismo y pautas fijas. Libertad para interpretar sus vibraciones emocionales.
La leyenda del maleficio de amar a Isadora comienza a tejerse cuando a uno de sus amantes, Iván Miroski, al ser abandonado por ella, le consumen hasta la muerte las fiebres tifoideas. Otros amantes sufrieron percances o desapariciones. Hasta que la fatalidad que parecía perseguirla sin tregua se ensaña con sus dos hijitos, Deirdre y Patrick, de cinco y tres años respectivamente. Se ahogaron en el Sena, junto a su niñera en un desgraciado accidente cuando acababan de despedirse de su madre. Hay una premonición en esa despedida que ella refiere: la pequeña Deirdre pone su boca en el cristal para dar un beso a su madre. Isadora,al colocar su boca en el mismo cristal para corresponder el beso de la pequeña, encuentra en la frialdad del vidrio la dureza de una premonición terrible. El frío de la muerte que es sentido por Isadora poco antes de perder a los niños.
Poco antes, Duncan , había estado en Argentina, sin obtener el éxito esperado. Unos malos entendidos políticos, debido a la elección de la música de Wagner, en plena guerra mundial que molestaron a los argentinos y determinados problemas económicos dañaron su imagen en el continente.
La muerte de los hijos destrozó el ánimo de Isadora de forma devastadora. Se sumerge en su escuela formando a jóvenes durante horas y horas de trabajo ininterrumpido para no recordar a sus pequeños ahogados y poder sobrevivir a la tragedia.
Atraída por la revolución rusa, visita la URSS en 1922, donde además de conocer por dentro la rudeza de los primeros años revolucionarios, encuentra al que sería su gran amor, el poeta ruso Serguei Esein, diecisiete años más joven que ella. Esein fue el único que consiguió convencerla para casarse. Lo hicieron ambos arrebatados de amor. Poco después, cansada de los rigores revolucionarios y de los desacuerdos con los gerifaltes bolcheviques que, en principio, le prometieron proteger su arte para abandonarla después, se decide junto con Seguei en 1924 a abandonar la URSS y volver a Europa.
Serguei Esein tenía problemas con el alcohol, era depresivo y violento. Al poco tiempo de abandonar su patria, añora la revolución puesto que era ferviente bolchevique, eso unido a las adicciones y las afecciones del poeta rompen el matrimonio. Poco después de separados, Serguei se suicida, promoviendo una vez más la leyenda del maleficio de los amantes de Isadora.
Al volver a Occidente, el momento de Isadora ha pasado, ya no es la sorprendente bailarina que hipnotiza con sus innovaciones. Pierde el favor del público, cosechando fracasos. Su patrimonio se ha diezmado, intenta escribir unas memorias para remontar su situación económica.
H a sido protegida por magnates como Isaac Merrit Singer (el de las máquinas de coser) que patrocinó muchos de sus espectáculos. Uno de sus hijos se dijo que era de Singer cosa que Duncan nunca confirmó ya que optó por ser madre soltera. Incluso se apuntó que mantuvo relación con mujeres, siendo relacionada con T. S. Eliot, James Joyce, Gertrude Stein, Alice B. Toklas, Ezra Pound, Djuna Barnes, Edna St. Vincent Millay, Mina Loy, Doris Wilde, Jean Cocteau, Peggy Guggenheim, Sylvia Beach, Scott Fitzgerald y Rainer Maria Rilke. Se le atribuyeron muchos otros romances no confirmados con otras mujeres, tales como la actriz Eleonora Duse o Lina Poletti siendo desmentido por personas cercanas.
Como fuera, el desanimo y la ruina la perseguían cuando el 14 de Septiembre de 1927, en Niza, se subió a un automóvil Amilcar, con un joven al que ella llamaba Bugatti, cuyo nombre, a partir de entonces bautizaría al automóvil. Al despedirse de sus amigos, lo hizo con estas palabras: “Adios, amigos, marcho hacia el amor” ya que el joven era uno de sus amantes. Isadora Duncan, envolvía su cuello con un enorme chal de seda, pintado por una artista amiga, de intenso color rojo. Era largo, para enmarcar además del cuello la cintura. Al arrancar el coche, el chal se enganchó en los radios de las ruedas de forma que ahogó a la diva, arrojándola fuera del automóvil, hasta que su acompañante se dio cuenta al escuchar los gritos de socorro.
Isadora había muerto de forma tortuosa ahorcada por su chal. Tenía cincuenta años. Como los grandes mitos, nadie la vio envejecer y su imagen de belleza, danzante libre sigue fresca en la mente de los que la admiramos.
María Toca Cañedo©
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