Juana y la ley

Asistimos desoladas al fin de una lúgubre historia que ha sacado de las cavernas a muchos ocultos, hasta ahora, primates. Asistimos desoladas a la entrega de unos niños a un padre que los ha reclamado con todo lujo mediático, pero no supo tratar su violencia y el desamparo en que los sumía cuando golpeaba a la madre.

Las feministas nos cansamos de gritar que un maltratador no es buen padre. Y no lo es porque sume a los hijos en la barbarie de violencia hacia la madre y como consecuencia, el ambiente de agresividad y miedo se les trasmite de forma pertinaz. ¿Con qué ojos ven el mundo estos pequeños cuando su padre golpea, o hiere verbalmente a la mujer que les dio el ser?  Ocurre que en la Ley de Violencia de Género, a los hijos se les deja fuera como víctimas , a menos de haberla sufrido directamente, no por presenciarla, no por padecerla como sujetos pasivos. Y eso lo consideramos un grave error.

 

Repetimos hasta la saciedad que un padre violento no puede tener la custodia de unos hijos, porque los introduce  en un ambiente enfermizo, que contamina de forma ineludible a los pequeños. Se nos responde que una vez cumplida la pena, están exentos de castigo ya que se considera pagado el delito. Respondemos que la culpa social, estará saldada, pero no se ha “curado” de su agresividad, lo cual le hace fácil presa de recaídas dramáticas. Tal que sí un pederasta, al salir de la cárcel donde no se ha rehabilitado, le dejáramos dirigir un internado.

Negamos tajantemente la capacidad de un violento para ser buen padre,  debido a que los informes psicológicos que los técnicos nos pasan de  los maltratadores, insisten en que pocos, quizá un tímido 1% se reinsertan. Y no lo hacen porque no se consideran culpables. Para ellos la violencia verbal, física o psicológica es hábito normal,  incluso buscado y provocado por la mujer.  Hemos escuchado argumentos peregrinos estos días justificando una violencia que mata, lo cual nos lo ratifica en el convencimiento de que no están ni estarán reinsertados porque es una violencia sistémica que hacen extensiva a toda persona que osa defender lo injusto del caso. Son violentos porque aprendieron a serlo, a su vez enseñarán a sus hijos la violencia, cerrando un círculo siniestro de muerte que no acabará nunca.

Se ha permitido a un tipo  maltratador con sentencia firme, pasearse por televisiones, para ensuciar y vituperar el nombre de una mujer (madre de sus hijos) sin percatarse -o sí, pero el escándalo da más juego a las audiencias- que eso mismo ya es maltrato. Que una mujer salga de noche, no le hace merecedora de una paliza, que una mujer se tome una copa de más, no le hace merecedora de golpes. Y así todo. Desgranando miserias y confidencias interesadas para crear un orgullo herido de macho maltratado por el lobby feminazi.

 

Las secuelas psicológicas de unos niños alejados de su madre, conviviendo con alguien que la critica abiertamente, que la insulta y que la ha golpeado, serán heridas perennes en la psique de esos niños. Imagino que el CGPJ no tiene en cuenta esas pequeñeces, pero nosotras sí. Hoy no hablamos de una mujer, que también, clamamos por unos pequeños (recuerden, once y tres años) separados de su madre por una ley ciega e incierta.

Sé que el capítulo de Juana no se acaba con esa entrega. Imagino que habrá mucho que contar después de estos días. Quizá no nos llegue, porque los medios, ya se sabe, pierden el interés cuando la noticia caduca, pero esos niños van a levantarse cada día en la casa de un tipo violento,  sin su madre. Esa realidad deben tenerla en cuenta los legisladores, y los que nos gritan feminazis por considerar que un violento jamás es buen padre.

 

María Toca

Sobre Maria Toca 1675 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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