June Almeida, nacida con el apellido Hart, era un completa desconocida hasta que la pandemia le dio notoriedad, relativa, pero lo cierto es que la debemos mucho.
Nació un cinco de octubre de 1930 en Glasgow, Escocia, de familia modesta. Su padre era conductor de autobuses, Harry Leonard Hart, y su madre, ama de casa, Lane Danziel. Fue una brillante estudiante hasta que a los dieciséis años tuvo que abandonar la escuela y ponerse a trabajar debido a la precariedad familiar.
June, hubiera querido ir a la universidad, estaba dotada para los estudios pero no fue posible. Comenzó a trabajar en el laboratorio del Glasgow Royal Infirmary, como técnica de histopatología. Su trabajo la apasionó desde el principio y decidió formarse y aprender todo lo posible para desarrollarlo. A los veinticuatro años contrae matrimonio con un artista venezolano, Enrique (Henry) Almeida, del que toma el apellido. Juntos se trasladan a Canadá donde ella encuentra trabajo en el Instituto del Cáncer de Ontario. Lentamente, con aprendizaje y observación, June, se convierte en experta en la identificación y observación de imágenes por microscopio, hasta convertirse en especialista cualificada.
En 1963, comenzó a desarrollar nuevas técnicas de microscopía y a publicar algunos artículos científicos sobre estructuras víricas. Su fama se propagó muy rápido, el mundo académico empezaba a reconocerla cuando llegó una oportunidad que no pudo rechazar:
El doctor David Tyrell se fija en los trabajos de June Almeida y le aconseja que regrese al Reino Unido para trabajar con él, en el Hospital St. Thomas. En ese momento, el equipo de Tyrrell había identificado un virus similar a la gripe y habían decidido etiquetarlo como “B814”. Este virus traía un gran hándicap: no había manera de cultivarlo en un laboratorio. Sospechaban que se trataba de otro tipo de virus pero no tenían la imagen que lo probara. Por ello, llamaron a June, la única persona que podría conseguirlo, y le enviaron muestras. Aunque el propio Tyrrell no tenía muchas esperanzas, le pareció que “valía la pena intentarlo”, como relata él mismo en su libro Cold Wars: The Fight Against the Common Cold. Les faltaba tan poco… solo era preciso conocer su naturaleza.
Al fin, en 1967, gracias a su destreza con el microscopio electrónico, Almeida creó imágenes claras del virus. Tras observarlas con detenimiento, decidieron llamar “corona” a este grupo de virus principalmente por su estructura, ya que esta se asemejaba mucho a la corona solar. Tras analizar la imagen, Almeida recordó que ella ya los había visto en alguna investigación previa, en concreto, cuando analizó la bronquitis en pollos y la hepatitis en ratones.
June, tiempo atrás había conseguido observar unos virus que tenían semejanza con los del resfriado pero tienen una especie de aureola que los distingue. Avisado Tyrell, se dan cuenta que son diferentes a los del resfriado… June, acababa de identificar al que dieron en llamar (debido a la coronita que parece rodear al virus) el coronavirus humano. Años después, Hugh Pennington se dio cuenta que los chinos habían aprovechado los descubrimientos de June Almeida, para aislar al coronavirus causante de la pandemia mundial.
En las siguientes investigaciones de Almeida, consigue identificar totalmente al SARS, captando también tiempo después imágenes del virus causante de la Rubeola.
A pesar de no tener titulación académica fue respetada por el mundo científico doctorándose en la Escuela Médica de Posgrado de Londres y finalmente, recaló en el Instituto Británico Wellcome, donde firmó varias patentes en el campo de las imágenes de virus. Dejó el Instituto y antes de volver a trabajar en él, le dio tiempo a enseñar yoga. En 1979, escribió el Manual de diagnóstico rápido de virus en el laboratorio para la Organización Mundial de la Salud.
Estaba retirada impartiendo sus clases de yoga a compañeros científicos cuando la explosión del SIDA en los años ochenta cruzó el mundo creando el anatema dramático que conocemos, lo que hizo que June Almeida tornara al laboratorio y volviera a mirar por el microscopio consiguiendo las primeras imágenes del VIH en el Laboratorio Royal Infirmary que fueron determinantes para conocer y combatir a semejante enemigo.
Albert Kapikian, estudió durante seis meses las técnicas desarrolladas por Almeida con el fin de utilizarlas en la identificación de la gastroenteritis no bacteriana, llamado el virus de Norwalk.
Gracias a la perseverancia y el ingenio de June Almeida, sin titulaciones académicas, se consiguió conocer en detalle a los enemigos que nos han complicado la vida y la salud durante años.
Almeida, estaba totalmente olvidada hasta que la pandemia de COVID 19 la sacó del ostracismo científico.
Murió de un ataque al corazón en 2007, en la localidad de Bexhill-on-Sea, en Reino Unido.
María Toca Cañedo©
Deja un comentario