Pensé que se podía llamar Finuca, Loli o Toñi, no lo sé, pero me pareció una bailarina triste y grotesca, una directora de orquesta alicaída y errática, una muñeca rota.
Pequeña y delgada, era morena y solía ir con una gorrita. Rondaba los 70 años y siempre iba sola. Andaba como una gran danzarina, a veces avanzaba deprisa y daba grandes saltos sin dirección concreta, una pierna echaba el paso y trazaba una parábola impredecible hasta que volvía al suelo y comenzaba la otra a hacer lo mismo, con gran riesgo para su integridad, otras veces daba pasitos cortos y caminaba muy despacio.
Siempre que la veía andar temblaba pensando que se caería y seguía sus equilibrios con gran preocupación, presintiendo que el próximo paso podía ser el último. Sus brazos también se movían arbitrariamente sin que su dueña pudiera dominarlos. Llevaba un bastón blanco de invidente, que le venía muy bien pues ayudaba a que los demás nos diésemos cuenta de qué algún problema tenia aquella señora de amplios ademanes, especialmente en los pasos de peatones en los que el riesgo con su marcha inestable era más alto si los conductores no se apercibían. La veía cuando yo iba al trabajo por la mañana y ella salía del barrio hacia el otro extremo de la ciudad y volvía a verla cuando salía del trabajo y ella volvía a su casa.
Me parecía que el mérito de la señora era innegable y se me hacía difícil imaginar qué tenía que hacer tan importante como para arriesgar su físico.
En una ocasión coincidí con ella en urgencias del hospital. Se había caído y la estaban haciendo radiografías para ver el alcance de la lesión. Gracias a Dios no parecía ser importante y esperaba sentada en una silla de ruedas en la sala de espera. La señora era conocida por mucha gente y otra de las personas que allí estaban la recomendaba, con cariño, que debía contar con alguien que la ayudara o solicitar una residencia. Ella se excusaba afirmando que su vecina le ayudaba mucho y no necesitaba nada más. Cómo se podía arreglar aquella mujer para las tareas del hogar era una incógnita para mí.
La vi durante mucho tiempo de aquí para allá con aquella firme voluntad que la llevaba a seguir andando sola, cada vez peor, con una evidente evolución progresiva de su enfermedad. Hace mucho tiempo que no la veo y me pregunto qué habrá sido de ella.
@ALFONSO GARCÍA ARANZÁBAL
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