Crecen los beneficios de la Banca y disminuyen los recursos hídricos. Las grandes instituciones financieras rebosan liquidez y Doñana se deseca. Hay sed de ganancia en el depredador y sed de justicia en la tierra.
El agua cotiza en bolsa, en pocos años, a tiro de piedra de unas décadas, el oro será inodoro, incoloro e insípido. Los acuíferos, cada vez más escasos, serán las rebuscadas vetas de la nueva fiebre, Amamantarán las guerras. El siglo XXI será el sigo de la sed. Cuánta más sed para muchos, más ganancia para algunos.
Qué terrible distopía, qué sombra tan macabra. Doñana se ha de convertir en el símbolo de la lucha por el futuro, porque, sin Doñana y todo lo que representa, no habrá vida posible y digna. Lo que se esconde detrás de esta tragedia ecológica que nos conduce al infierno no es más que la voracidad de un sistema -el neoliberalismo- el monstruo del crecimiento infinito, el pútrido alquimista que convierte nuestra vida en dividendo, en índice bursátil: creced, malditos, hasta la victoria final, que será la derrota del ser humano.
A veces la revolución, el progreso o la involución dependen de una palabra, de un cambio semántico, de la sustitución de un adjetivo. Cómo ocurrió, desde cuándo, quién fue el que cambió el paradigma, qué voz de sirena nos hipnotizó, cuándo el agua dejó de ser un derecho para convertirse en moneda. Porque este es el fondo de la cuestión. La sequía, las sequías han dejado de ser un fenómeno natural, no es la naturaleza la que las provoca, es la avaricia de un sistema que hizo de la producción infinita, de la ganancia sin límite, su norte, arrebatándonos el nuestro.
El futuro más macabro se nos está haciendo presente de forma acelerada, nuestra vida digna tiene los días contados en el parquet de la usura -la Bolsa o la Vida-, la justicia climática, la social, los derechos humanos hace mucho tiempo que son valores a la baja.
Hoy las informativos vociferan las ganancias, el crecimiento desorbitado de las entidades financieras, junto a esa algarabía, el lamento por la agonía de Doñana, y en medio de este dislate en que se me convierte todo, me he dado cuenta de que el tocino está íntimamente relacionado con la velocidad.
Juan Jurado
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