La Iglesia en España ha sido siempre uno de los principales aliados del poder económico y un poder económico en sí misma. Fue colaboradora necesaria de la dictadura pero antes de eso era parte imprescindible de un sistema de poder casi feudal. Aquí, la Iglesia ha puesto siempre todo su empeño en mantener la desigualdad social, el atraso endémico, la incultura, la falta de libertades, los privilegios de unos cuantos y la opresión de muchos y, sobre todo, muchas. Era una institución tan odiada por la clase trabajadora, por el campesinado, por la mayoría de los intelectuales que, en cuanto se prendió una chispa, la gente corrió a quemar iglesias.
En aquellos países en donde la Iglesia (o las iglesias) forman parte normal del ámbito de las libertades, nadie siente la necesidad de quemarlas. Pero ese no es nuestro caso. El aborrecimiento profundo que muchas personas sentimos aquí por la Iglesia católica se lo ha ganado ésta a pulso. Aquí la religión no ha sido nunca una opción personal que se vive libre y tranquilamente, sino que ha sido desde siempre una imposición que nos cae encima desde todas las estructuras del Estado.
A la Iglesia oficial la vamos a encontrar siempre cerca del poder, pero jamás la veremos en una manifestación contra los desahucios, ni contra la pobreza, sino siempre del otro lado. A la Iglesia oficial solo la vamos a ver histerizada en su lucha contra las libertades en general: contra la libertad sexual, contra los derechos de las mujeres, contra el derecho a la libertad de conciencia…
El empeño totalitario de la Iglesia católica española por seguir conservando antidemocráticamente, e incluso aumentando, cuotas de poder conseguido a base de dinero público y de excepciones legales; su discurso intolerante, de extrema derecha, misógino y clasista genera auténtico aborrecimiento. La Iglesia católica oficial es un monstruo insaciable que jamás tiene bastante, porque su vocación es tenerlo todo y, si por sus representantes fuera, esto sería una teocracia.
Por todo esto, la Iglesia se lleva mal con la democracia, pero no con nuestra derecha casposa y clerical: ambas se apoyan mutuamente, como ha sido siempre. El PP, cuya vocación democrática es tan escasa como la de la Iglesia, ha llegado a plantear el introducir una enmienda en la nefasta LOMCE para convertir la religión en una asignatura de oferta obligatoria en el Bachillerato.
En la redacción que hasta ahora se conoce de la ley Wert, la Religión es una asignatura evaluable y cuya nota cuenta para obtener una beca, lo que ya es grave. Pero era una asignatura optativa entre otras 14 y los centros no estaban obligados a ofrecerlas todas; era previsible que muchos centros no la ofertaran ante la escasísima demanda.
La situación actual es que sólo el 23,3% de los alumnos elige Religión en Bachillerato frente a más del 60% en Educación Primaria. Es decir, la religión pierde mucho peso cuando los alumnos pueden elegir por sí mismos. Así que, ante la posibilidad de que la realidad demostrara lo poco dispuestos que están los jóvenes a elegir religión como asignatura, el PP hizo declaraciones en el sentido de que hay que «perfeccionar» la ley con la intención de que la religión se convierta en una optativa que se oferte obligatoriamente.
Lo que habría ocurrido, si el PP hubiera llegado a presentar esa enmienda, es que los alumnos de Bachillerato se habrían visto en la disyuntiva de elegir entre una asignatura fuerte y complicada de aprobar, y la Religión, cuya nota puede ser determinante para conseguir beca o entrar en la universidad. Hasta yo misma, que soy una activista del ateísmo, que aborrezco las iglesias en general y a esta Iglesia católica en particular, sería capaz de sacar sobresaliente en Religión; hasta yo soy capaz de repetir sin haberlo «estudiado» que Dios es uno y trino, que Jesús es hijo de una virgen y de una paloma que pasaba por allí; que el aborto es un crimen; la homosexualidad, un desorden, y que los caminos de Dios son inescrutables (aunque mucho menos que los de las matemáticas, en mi opinión).
Si mi hijo estuviera en edad de hacer el Bachillerato, y decidiera estudiar Religión si la ley lo permitiera para subir la nota, que seguramente es lo que haría, no se lo impediría, pero trataríamos de compensar haciendo misas negras por la noche y subiendo de volumen nuestro aborrecimiento a esta Iglesia terrible.
Si la Conferencia Episcopal se cree que convirtiendo en obligatorias sus catequesis va a conseguir más fieles, está muy equivocada. Creyentes a la fuerza no va a conseguir muchos pero, en cambio, lo que sí ha conseguido la Iglesia es que el PSOE se mueva, ¡por fin! Ha tenido el PSOE que verse al borde del precipicio electoral para dejar de hacer genuflexiones ante los obispos, a las que tan aficionados/as fueron algunos/as miembros del Gobierno de Zapatero, y hablar de denunciar los anticonstitucionales acuerdos con El Vaticano.
Así que los caminos de Dios no sé, pero los caminos de la política sí que pueden ser inescrutables y nunca se sabe por dónde va a venir el bien. Quizá dentro de un tiempo podamos decir que gracias a que la Iglesia no se dio cuenta de que los pies se le habían convertido en barro, y que se creyó tan inmune y poderosa que pensó que aún podía dar otra vuelta de tuerca, fue por lo que se estrellaron en la primera curva. Ojalá lo veamos.
Beatriz Gimeno.
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